sábado, 11 de octubre de 2014

Archivo: Hoja Parroquial

En aquel tiempo volvió a hablar Jesús en parábolas a los sumos sacerdotes y a los senadores del pueblo, diciendo:


 «El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados encargándoles que les dijera tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas y todo está a punto. Venid a la boda. Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios, los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: "La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda." Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales.
Cuando el rey entró a saludar a los comensales reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: "Amigo ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?" El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: "Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos."



COMENTARIO
       ¡¡ VAMOS A LA FIESTA!!

Mateo funde dos parábolas en una: la de los invitados al banquete nupcial y la del que se presenta sin vestido de boda. La primera sobre la anécdota histórica del publicano Bar Majan, quien, próximo a la muerte y queriendo limpiar su imagen de pecador público, organizó un banquete e invitó a los notables de Jerusalén. Nadie acudió porque era un colaboracionista romano y traidor a la causa judía. Entonces Bar Majan invitó a pobres y mendigos.
 Los invitados de la parábola son igualmente los principales de la ciudad. Unen a su rango social la veneración por la Ley. Pero sus negocios e intereses excusan toda invitación al Reino. Y, lo que es peor, maltratan a los mensajeros. Ciertamente “estos invitados no se lo merecían”.
Sin embargo, la fiesta sigue abierta. Los invitados son otros: “Id a los cruces de los caminos y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda”. La sala se llena de comensales, “malos y buenos”, también publicanos, prostitutas y pecadores, para dejar claro que nadie es llamado por sus méritos, sino por el amor gratuito de Dios. 
 Nosotros somos Iglesia festiva, gozosa e ilusionada. La imagen del banquete es para cuantos valoran dar, servir, compartir con alegría. Decía el viejo cura de Bernanos al joven angustiado: “Si vas con esa cara de tristeza, nadie podrá creer que eres mensajero de Dios que nos prepara un gran banquete, una inmensa fiesta”.
El segundo tema alude al que entró sin traje de fiesta. Para unos es el bautismo y para otros el compromiso cristiano diario, que introduce a los creyentes en una sana y creadora tensión a la hora de construir el Reino aquí y ahora. 



 

En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
-«Escuchad otra parábola: Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje.
Llegado el tiempo de la vendimia, envió sus criados a los labradores, para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, y otro lo apedrearon.
Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último les mandó a su hijo, diciéndose: "Tendrán respeto a mi hijo."
Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron: "Éste es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia."
Y, agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron.
Y ahora, cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?»
Le contestaron:
-«Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores, que le entreguen los frutos a sus tiempos.»
Y Jesús les dice:
-«¿No habéis leído nunca en la Escritura: "La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente"?
Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos.»

Comentario


En el centro de la liturgia de hoy se encuentra la imagen de “la viña” que en toda la Biblia es símbolo de Israel y de su historia.
La historia de la viña de Israel, con sus luces y sombras, con su entramado de mal y de bien, de fe y de infidelidad, se nos presenta hoy en el cántico profético de Isaías (primera lectura), y en la parábola de los viñadores homicidas (evangelio), que presenta en forma dramática la obstinación del pecado y del rechazo a los enviados de Dios.


Centrémonos en el Evangelio que es la parábola conocida como “parábola de los viñadores homicidas”. Se trata de una síntesis de toda la historia de Israel. Los viñadores representan, en primer lugar, a los jefes y al pueblo hebreo que se han resistido a Dios; los siervos enviados son los profetas; la figura del dueño de la viña evoca a Dios mismo que ha cuidado con tanto amor a su pueblo. Una y otra vez Dios envió a los profetas para que anunciaran su palabra al pueblo y revelaran el sentido último de los acontecimientos de la historia, pero se negaron a aceptarlos
“Finalmente les envió a su hijo, pensando: a mi hijo lo respetarán”. a Jesucristo. La reacción, sin embargo, es la misma.

Las lecturas bíblicas de hoy son una invitación a responder generosamente al “hacer” de Dios en favor nuestro. La historia de los viñadores nos enseña a no hacernos ilusiones, creyendo que poseemos algún derecho de propiedad de la salvación y de la verdad. Seremos viña del Señor y parte de su pueblo mesiánico si somos capaces de dar constantemente fruto. Un fruto que es al mismo tiempo don de Dios y esfuerzo humano. Un fruto que crece en la medida en que vivimos unidos a Jesús y permanecemos en “Yo soy la vid y vosotros los sarmientos. Quien permanece en mi y yo en él, da mucho fruto” (Jn 15,5).


 

En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
-« ¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: "Hijo, ve hoy a trabajar en la viña." Él le contestó: "No quiero." Pero después recapacitó y fue.
Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: "Voy, señor." Pero no fue.
¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?»
Contestaron:
-«El primero.»
Jesús les dijo:
-«Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le creísteis.



C o m e n t a r i o

Cuando Mateo y la Magdalena se enteraron de lo que Jesús había dicho, se frotaron las manos hasta sacarles chispas. Porque decir que los publicanos y las prostitutas iban a llegar al Reino antes que los fariseos... ¡eso era demasiado!
Para que las cosas quedaran muy claras, Jesús había puesto un ejemplo muy sagaz. Había un señor que tenía dos hijos. Le dijo al uno: “Hijo, vete a la viña”. Y le contestó:”Sí padre” .Pero no fue. Y al otro: “Vete”. Y le contestó:”No quiero. Pero fue. ¿Cual de los dos era el bueno?.
Hay un peligro que acecha a los “mejores”, a los que se esfuerzan, lo mismo que los fariseos, por creerse tan al lado de Dios que no piensan ya en convertirse, en cambiar. Para las prostitutas y los pecadores su no a Dios es tan grande que no vacilaron al ver que podían decir sí inmediatamente. Nosotros, ¡el primer hijo!, vamos acumulando los amén... y no nos movemos
El texto del evangelio es una buena concreción del refrán: "Del dicho al hecho hay mucho trecho". El primero de los hijos representa a los pecadores que se han convertido y cumplen la voluntad de Dios. El segundo representa a los que cumplen de palabra y "de culto", pero su vida va por otro lado.  

A la hora de la verdad, lo que cuenta no son las palabras, sino las obras. Como dice otro refrán: "Obras son amores y no buenas razones". Jesucristo denuncia siempre esta falsedad de los fariseos: "Dicen, pero no hacen...", "sepulcros blanqueados...". Y termina el evangelio con una sentencia durísima: "Los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el reino de los cielos".
Como el texto del evangelio es una invitación a ser coherentes, podríamos aplicarnos ahora qué nos quieren transmitir:
¿Con qué hijo me identifico más, con el que dijo que no iba y luego fue o con el que dijo que iba y luego no fue? ¿Los que vamos a la Iglesia, no seremos hoy los sumos sacerdotes y ancianos a los que denunciaba Jesús con esa parábola? ¿Quiénes son los que trabajan en la viña del Señor, los cercanos a la Iglesia o los más alejados? ¿Quién vive los valores del evangelio? ¿Quién cumple la voluntad de Dios?.

Que el Señor nos ayude a ser coherentes para que no haya distancia entre lo que decimos y lo que hacemos.





 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: “El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo:
 “Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido”. Ellos fueron. Salió de nuevo hacia el mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo:
 “¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?”
Le respondieron:
 “Nadie nos ha contratado.”
Él les dijo:
 “ Id también vosotros a mi viña.”
Cuando oscureció el dueño de la viña dijo al capataz: “Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros.”
Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaron que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo:
“Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno.”
Él replicó a uno de ellos:
“Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?” Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.”

COMENTARIO:
Los criterios de Dios
Los últimos serán los primeros y los primeros los últimos”. Es una frase que hemos escuchado infinidad de veces. En este domingo, la encontramos al final del relato del Evangelio de la Misa. Y nos podemos preguntar: “¿A qué se refiere el Señor con estas palabras?”. Si escuchamos con atención esa parábola que nos propone Jesús, -del propietario que contrató a jornaleros a diferentes horas y les pagó a todos lo mismo-, seguro que a nuestros esquemas mundanos les resulta extraño ese proceder. Jesús contó aquella parábola a sus discípulos para que entendieran bien que Dios no se guía por criterios humanos; que Dios trabaja de manera muy diferente a la nuestra.

En el Reino de Dios, el importante no es el que llega antes. Para Dios lo importante es el amor gratuito, la generosidad sin límites, y no nuestras cuentas tantas veces cuadradas al milímetro. Y es que en nuestra vida hay a veces actitudes que, de cara a Dios, son puro comercio. No me refiero a otra cosa sino a esas ocasiones en las que le decimos a Dios:

“Si tú me concedes esto... yo te doy/hago lo otro”. Somos a veces muy “negociantes” en nuestras relaciones con Dios y con los hermanos. Pero hoy el Señor nos invita a ser simple y llanamente generosos y misericordiosos como él lo es. Esta parábola es también un ejemplo de la misericordia de Dios. Entendamos bien que lo más importante es lo que Dios es capaz de hacer por nosotros, y no tanto lo que nosotros podamos hacer por él. ¡Feliz semana!

José Javier García



 

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:
   Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre.
   Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.
   Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna.
   Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.

La cruz, signo de victoria
        Estamos muy acostumbrados a ver el signo de la cruz por todas partes en nuestra sociedad, impregnada de fe cristiana. Llevar la cruz colgada al cuello es algo muy común; es el signo del cristiano, que reconoce en ella el medio por el cual el Señor nos redimió. Para nosotros es normal mirar la cruz, pero para los paisanos de Jesús, ver al Mesías morir en ella era un auténtico escándalo, que hacía tambalearse la fe. Los discípulos de Jesús no comprendieron aquel momento de la vida del Señor, hasta que llegó la Resurrección. Y es que no era normal que todo un Dios muriese en la cruz como un criminal de la época.
        Por eso, porque la cruz de Cristo no es algo más para el cristiano, celebramos cada año esta fiesta de la Exaltación de la Cruz. En el Evangelio, hoy se nos deja muy claro el amor infinito de Dios por nosotros: un amor tal hasta el punto de entregar la vida en la cruz. Desde entonces, la cruz es signo de victoria, signo de amor, de entrega. Ya nada nos podrá separar del amor de Dios Padre, mostrado en su Hijo, Jesucristo, crucificado. ¡Somos seguidores de un crucificado! Jesús, desde su cruz, nos está diciendo que el camino de su seguimiento es el de ir tras él cargando también nuestras pequeñas o grandes cruces. Porque sólo en él hay redención y salvación.
¡Feliz domingo! ¡Feliz semana!


 
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un pagano o un publicano.
  Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo.
  Os aseguro además que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.

Comunidad cristiana
           Con el Evangelio de hoy, comenzamos una serie de lecturas referentes a cómo debe ser la comunidad cristiana.

       En concreto hoy Jesús nos da indicaciones para un tema tan básico como es la corrección fraterna. Si todos somos hijos de un mismo Padre que es Dios, entonces es que todos somos hermanos; esa vida de hermanos tiene que palparse en lo cotidiano. Y siempre decimos que donde hay personas surgen los roces y los malentendidos, es muy común. Nos viene muy bien de vez en cuando que nos corrijan con caridad, por el bien de la comunidad entera. Y la corrección nunca ha sido fácil. Si somos hermanos, tenemos esa obligación de no desentendernos unos de otros, a través del buen ejemplo, a través del testimonio, a través de la corrección cariñosa.

         Cuando vamos por el mal camino, es bueno tener la mano de un hermano que nos indica que por ahí no van los planes de Dios. Un aviso a tiempo; un consejo acertado, una corrección sin maldad, ... hace mucho bien, siempre que sea desde la confianza. Todo eso nos ayuda a madurar y a ser felices. La vida en comunidad es una hermosa ocasión para vivir buscando el bien del otro: nuestras parroquias y comunidades son la forma en la que Dios ha querido que vivamos caminando como cristianos. No somos caminantes solitarios, sino comunidad unida que camina hacia la casa del Padre. Caminemos siempre así.

            ¡Feliz domingo!

 

En aquel tiempo, empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día. Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: “¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte.”
Jesús se volvió y le dijo a Pedro: “¡Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios.”
Entonces dijo a sus discípulos:
“El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mi la encontrará. ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta.”

COMENTARIO
La vida cristiana
         La vida del cristiano es la vida del que se ha encontrado con el Señor, y sintiéndose amado por Él, se lanza a la aventura de vivir tras sus pasos. La vida del cristiano es una gozosa aventura. Porque si hay algo seguro es que ese camino lleva a la felicidad verdadera, aunque decidirse por seguir los pasos de Jesús conlleva afrontar dificultades y obstáculos, a veces también en lo personal. No todo es de color de rosa en la vida de fe; el Señor es exigente, no quiere ser uno más en nuestra existencia. Quiere ser el Maestro y Señor; el centro. Y vivir así a veces cuesta, y humanamente se nos hace cuesta arriba. No creamos que nos pasa solamente a nosotros. También les pasaba a los apóstoles. Pedro es uno de ellos.
         Hoy escuchamos en el Evangelio cómo el apóstol no entiende los planes de Dios, anima a Jesús a no seguirlos, y Jesús le responde directamente: “¡Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar! Tú piensas como los hombres, no como Dios”. Nuestro mundo nos ofrece caminos facilones que nos llevan a una felicidad a medias. El Señor nos ofrece la vida eterna, y con ella la felicidad plena, aunque ese camino cuente con las cruces de cada día. Yendo de su mano, nuestras pequeñas cruces son participaciones en su Cruz, que nos valió la Salvación. No nos desanimemos. Confiemos en los planes de Dios.
¡Feliz domingo y feliz semana!


 

En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesárea de Filipo Jesús preguntó a sus discípulos: “¿Quién dice la gente qué es el Hijo del hombre?”
Ellos contestaron: “Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.”
Él les preguntó: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”
Simón Pedro tomó la Palabra y dijo: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.”
Jesús le respondió: “¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo.”
 Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que Él era el Mesías.
  

Comentario 

El pasaje que leemos hoy del Evangelio de San Mateo es de gran importancia en la vida de Jesús.

Jesús no ha sido bien acogido por su pueblo y, aparentemente, su misión ha fracasado. Sin embargo, sus discípulos por boca de Pedro reconocen que Jesús es "el Mesías, el Hijo de Dios vivo". Esta confesión es el resumen de la fe de la Iglesia.
Jesús hace un breve examen a sus discípulos. Solamente dos preguntas:

¿Qué dicen de mí?; ¿qué dice la gente que soy yo?
¿Qué pensáis vosotros que soy yo?

Para nosotros responder que "Jesús es el Salvador, el Mesías, el Redentor", es sumamente fácil. Vemos que la Historia se divide en dos partes: antes y después de Cristo. Pero para ellos era dificilísimo. Solamente bajo el influjo de la fe pueden dar una respuesta acertada.
Ellos saben que nació en Belén; que vive en Nazaret. Pero ¿es el Mesías?; ¿es el Hijo de Dios?; ¿es el Salvador esperado?; ¿realizará el cambio en la Humanidad como anunciaban los profetas?¡Difícil dar el paso a la afirmación!

También sucede hoy. No se niega que Jesús sea el "Jesús de Nazaret". Pero que sea el Salvador, el Señor, solamente se puede afirmar bajo la luz e impulso de la fe.
Hoy Jesús también hace esas dos preguntas. Y la gente habla de Jesús de Nazaret y dice muchas cosas de él.

Pero ¿qué decimos nosotros?; ¿qué significa para nosotros Jesús de Nazaret?; ¿en qué cambia nuestra vida respecto a otros que no le reconocen como Salvador?; ¿cuál es nuestro testimonio de fe ante su persona y su mensaje?
Ante la respuesta que le da Pedro, Jesús le confiere los "símbolos" de la autoridad del reino mesiánico:

-      le constituye en piedra sobre la que edificará su iglesia;
-      le promete las llaves del Reino,
-      le concede el poder de atar y desatar.

Nos encontramos en un momento decisivo para la sociedad en la que vivimos. Nuestro testimonio de fe cristiana es crucial. Debemos dar una respuesta firme a la pregunta del Señor, como lo hizo el apóstol Pedro. Pero no solamente una respuesta teórica de Catecismo, sino con la verdad cristiana de nuestra vida.

No vayamos desfigurando la imagen de Jesús en nosotros como se ha ido desfigurando en el mundo con el paso de los siglos.

Jesús es el Salvador a quien reconocemos por la fe y de quien aceptamos su mensaje salvador por estar iluminado por la esperanza y realizado en el amor.



 

En aquel tiempo, Jesús salió y se retiró al país de Tiro y Sidón.
Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de aquellos lugares, se puso a gritarle:
Ten compasión de mí, Señor Hijo de David.
Mi hija tiene un demonio muy malo.
El no le respondió nada.
Entonces los discípulos se le acercaron a decirle:
Atiéndela, que viene detrás gritando.
El les contestó:
Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel.
Ella los alcanzó y se postró ante él, y le pidió de rodillas:
Señor, socórreme.
El le contestó:
No está bien echar a los perros el pan de los hijos.
Pero ella repuso:
Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las migajas que caen de la mesa de los amos.
Jesús le respondió:
Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas.
En aquel momento quedó curada su hija.



                                             La elección de Dios

        Dios nos ama a todos, y nos llama a la vida plena. Dios no es propiedad de nadie en particular; se nos ha dado a conocer y nos ha pedido que anunciemos el amor que él nos tiene, a todas las personas, para que también ellas tengan vida. A lo largo de la historia, en infinidad de ocasiones muchos se han querido apropiar de Dios, pero él es un Padre bueno, que no se deja encerrar. Jesús, hoy en el Evangelio, nos lo hace ver.

        En los planes de Dios estaba el darse a conocer primero al pueblo elegido: Israel. Pero cuando éste rechaza a Jesús, los apóstoles se encargan de extender la fe cristiana entre los pueblos vecinos, siguiendo las instrucciones del Señor. “Id y predicad...”
 
        La curación de la hija de la cananea es signo de esa universalidad de la salvación de Dios, que llega no solamente a Israel, sino a todos los pueblos, por puro regalo; por pura misericordia. La fe de la mujer cananea es el ejemplo de esa fe limpia y confiada en Dios. Tenemos mucho que aprender de la fe de aquella mujer pagana. Nos falta a veces plena confianza en ese Dios que se abre a todos, y que quiere transformar la vida de cada persona. Y en esa tarea, tú y yo somos sus instrumentos, sus manos y sus pies, para llegar a todos los rincones del mundo.

¡Feliz Semana!              


 
Después que se sació la gente, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla mientras él despedía a la gente.
Y después de despedir a la gente subió al monte a solas para orar.
Llegada la noche estaba allí solo.
Mientras tanto la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario.
De madrugada se les acercó Jesús andando sobre el agua.
Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando que era un fantasma.
Jesús les dijo en seguida:
 ¡Animo, soy yo, no tengáis miedo!
Pedro le contestó:
      Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando sobre el agua.
El le dijo:
 Ven.
Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó:
 Señor, sálvame.
En seguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo:
¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado?
En cuanto subieron a la barca amainó el viento.
Los de la barca se postraron ante él diciendo:
 Realmente eres Hijo de Dios

Palabra del Señor.


Comentario

La dificultad de ser cristiano
       Recuerdo que cierto día, una persona de la parroquia se me quejó de que ser cristiano era muy difícil, porque la fe no le ahorraba las dificultades de la vida. Este amigo no había comprendido que la fe no es vivir en un camino de rosas, sino más bien caminar por la vida, con una meta muy clara y sabiendo que no vamos solos. Es caminar con confianza, perder el miedo al saber que vamos de la mano del Señor. De eso también nos habla hoy el Evangelio que se proclama en la Misa dominical.
       En nuestra vida hay muchos momentos en los que vamos como a oscuras, como los discípulos en la barca, de noche. Los vientos zarandean nuestra existencia, pero es Jesús quien en medio de la tempestad viene hacia nosotros. Sólo nos pide que tengamos fe; que nos fiemos de Él porque, incluso donde parece que nada tiene sentido, con la presencia del Señor las cosas cambian. Es verdad que preferimos todas las seguridades antes que lo que se nos escapa de las manos; pero la vida cristiana cuenta también con las piedras en el camino, las noches oscuras, las inseguridades. Vivir la fe es como caminar sobre el agua, pero sabiendo que Dios nos tiende la mano; Él es más fuerte que las “tempestades” y sostiene nuestro caminar. Vivamos siempre con esa confianza.
¡Feliz domingo y feliz semana!


En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:
—El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en el campo:
el que lo encuentra, lo vuelve a esconder, y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo.
El Reino de los Cielos se parece también  a un comerciante en perlas finas, que al encontrar una de gran valor  se va a vender todo lo que tiene y la compra.
El Reino de los Cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran.
Lo mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno encendido.
Allí será el llanto y el rechinar de dientes.
— ¿Entendéis bien todo esto?
Ellos le contestaron:
— Sí.
El les dijo:
— Ya veis, un letrado que entiende del Reino de los Cielos  es como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo.

Un tesoro escondido

         Si le dijésemos a alguien que tenemos los números que van a salir en la Primitiva, si le aseguráramos al vecino que sabemos el numero en el que va a caer el gordo, o simplemente si estuviésemos seguros de que vamos a ganar... lo abandonaríamos todo para buscar el boleto apropiado, compraríamos el décimo completo.
        Pues el Evangelio de hoy se parece algo a esta situación. ¡Qué gran pedagogo es el Maestro, y cómo sabe captar nuestra atención, buscando nuestros intereses más profundos!
        El ejemplo es sencillo, como todo lo sublime. Se trata de un hombre que descubre un tesoro en un campo, va y vende lo que tiene y compra el campo... y con el campo, el tesoro escondido.
        Esta parábola de Jesús, es una más de las que ponía a la gente sencilla para explicarles en que va a consistir el Reino que está predicando: el Reino que predica Jesús, es un tesoro para el hombre, una perla de infinito valor; vivir según el Evangelio vale más que cualquier otro modo de vida; más que el dinero, el poder o los honores. Vivir según el Reino es vivir en felicidad. Si alguien la encuentra, hace todo lo posible por conseguirla.                              
        La vida del hombre no se hace a base de renuncias sino de elecciones. El hombre está continuamente renunciando y eligiendo. Si nos fijamos sólo en lo que hemos tenido que dejar nos entristece, pero si valoramos lo que hemos escogido -y esto nos llena plenamente- la alegría se desborda.
        El Reino que predica Jesús nos exige una elección radical por Evangelio, eligiendo los valores sobre los que se construye este Reino: el amor, la justicia, la paz, la igualdad entre los hombres, que nos viene de la grandeza de ser todos hijos del mismo Padre Dios.
        El tesoro escondido, la gran lotería del hombre es que Dios le ha salvado y le ha hecho hijo suyo. Es el mensaje que nos trae Jesucristo. Vale la pena dejar todo lo demás para alcanzar este tesoro escondido. Es lo que le da sentido a la muerte, pero sobre todo lo que le da sentido a la propia vida.
        Cuando nos afanamos tanto por descubrir tesoros, de pronto alguien nos dice que tiene el plano del mejor de los tesoros, y que está al alcance de todos. Un tesoro inagotable de felicidad, que brota hasta al vida eterna.
        Todos los creyentes, los bautizados como hijos de Dios somos unos afortunados.
Alfonso Crespo Hidalgo





24-30 En aquel tiempo, Jesús propuso esta parábola a la gente:
—El Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras la gente dormía, un enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña.
Entonces fueron los criados a decirle al amo:
— Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo?
¿De dónde sale la cizaña?
El les dijo:
— Un enemigo lo ha hecho.
Los criados le preguntaron:
— ¿Quieres que vayamos a arrancarla?
Pero él les respondió:
— No, que podríais arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega, y cuando llegue la siega diré a los segadores: Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo  almacenadlo en mi granero.
31-32 Les propuso esta otra parábola:
—El Reino de los Cielos se parece a un grano de mostaza que uno siembra en su huerta; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un arbusto más alto que las hortalizas y vienen los pájaros a anidar en sus ramas.
33 Les dijo otra parábola:
—El Reino de los Cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina y basta para que todo fermente.
34-35 Jesús expuso todo esto a la gente en parábolas
y sin parábolas no les exponía nada. Así se cumplió el oráculo del profeta:
«Abriré mi boca diciendo parábolas; anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo. »
36-43 Luego dejó a la gente y se fue a casa.
Los discípulos se le acercaron a decirle:
—Acláranos la parábola de la cizaña en el campo.
El les contestó:
—El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre;
el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del Reino;
la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los segadores los ángeles.
Lo mismo que se arranca la cizaña y se quema,
así será el fin del tiempo: el Hijo del Hombre enviará a sus ángeles, y arrancarán de su Reino a todos los corruptores y malvados y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes.
Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre.
El que tenga oídos, que oiga

Semilla... y cizaña

    El Maestro sigue con la pedagogía de las parábolas. Hoy nos dice: "El Reino de los cielos se parece a un hombre que sembró la buena semilla en el campo...pero al segar se encontró cizaña". Esta parábola está arrancada a la vida diaria de un pueblo agrícola como era el pueblo de Jesús. Aún resuenan en nuestros oídos los ecos de la parábola del domingo pasado: la parábola del Sembrador. Conocemos al Sembrador y sabemos que la semilla es su Palabra.
      Conocemos que hay tierras -nuestros corazones- que pueden ser tierras buenas y malas. Y el fruto puede ahogarse o germinar en abundancia.
      Pero la semilla de la Palabra conlleva el riesgo de la cizaña: la mala hierba sembrada por el Maligno en el corazón del hombre. Hierba que chupa las buenas intenciones del corazón y reseca la cosecha.
    En todos los creyentes, junto a la palabra sembrada en el corazón y regada por el agua del Bautismo, florece acechando la cizaña cultivada por el egoísmo humano. Es la lucha del bien y del mal en la profundidad de nuestra libertad. Para hacer el buen discernimiento el Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad.
      Dios nos invita a arrancar la cizaña y quemarla. En nuestro corazón sembró Cristo su Palabra con la generosidad de la Cruz. Y nos invita a no ser mala hierba -cizaña- que ahogue el fruto prometido, que no es otro que la salvación de cada hombre y de cada mujer, el reencuentro de cada hijo de Dios en las entrañas de misericordia del Padre.
     Ante ti tienes semilla y cizaña. Y el don de la propia libertad, porque Dios reclama de cada uno un amor libremente expresado.
      Pero la cizaña, sembrada por el enemigo, tiene a veces la sutil apariencia del bien. Somos tan inteligentes los hombres que hasta podemos engañarnos a nosotros mismos. La semilla de la cizaña, nunca se presentará como algo malo, sino con la apariencia del bien. Así, se siembra junto al trigo, se deja crecer junto trigo.. pero ocurre que cuando ya es fuerte ahoga el buen fruto, porque le ha chupado la savia, le ha debilitado la raíz.
     La peor cizaña hoy es la indiferencia: no somos ni buenos ni malos... la mediocridad nos chupa las buenas actitudes, el deseo de mejorar y de hacer el bien. Y podemos sorprendernos a nosotros mismos, dando frutos aberrantes, que me dañan y dañan a la comunidad humana.
     Hay que estar atentos. El Sembrador ha sembrado en mi buena semilla, y yo debo impedir que en mi corazón prenda también, camuflada, la cizaña.
                                                                                              Alfonso Crespo Hidalgo




En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos:
51 — Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que come de este pan vivirá para siempre.
Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.
52Disputaban entonces los judíos entre sí:
—¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?
53Entonces Jesús les dijo:
—Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre  no tenéis vida en vosotros.
54El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
55Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida.
56El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.
57El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí.
58Este es el pan que ha bajado del cielo; no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron: el que come este pan vivirá para siempre.


El que come de este pan vivirá para siempre

Uno de los hechos sociológicos más significativos de estos años y que más impacto tendrán en el futuro de Europa es, sin duda, el «distanciamiento religioso».

Un número de personas cada vez mayor se va distanciando de la experiencia religiosa que anteriormente había vivido.

¿Cómo se está produciendo este fenómeno que algunos llaman «revolución silenciosa»? ¿Qué sucede en esas personas que van abandonando la fe?

Sin duda, el itinerario de cada persona es único, pero los estudios que se vienen realizando permiten describir algunas etapas fundamentales de ese distanciamiento.

-Por lo general, todo comienza con el abandono de la asistencia regular a la misa dominical. Las razones que se dan son de todo tipo. De hecho, se abandona la práctica habitual. La persona sigue afirmando «soy creyente, pero no practicante».

-Esta situación va evolucionando hacia un alejamiento progresivo de la Iglesia. El no practicante se siente cada vez menos integrado en la comunidad cristiana. Pierde el contacto. Mira a la Iglesia cada vez más desde fuera. Es fácil entonces decir: «Creo en Jesucristo, pero no en la Iglesia.»

-Sin embargo, poco a poco, la persona va perdiendo el «sentido cristiano» de la vida. Su experiencia religiosa se va disolviendo. La fe no es reactualizada. El individuo se organiza su vida desde sus propias opciones e intereses. «Yo no hago daño a nadie. ¿Para qué necesito algo más?»

En este momento se puede llegar ya a perder la fe en sentido estricto. La persona olvida totalmente a Jesucristo. Cada vez le resulta más extraño rezar. Ya no hay comunicación con un Dios personal. Cuando se le pregunta, la persona titubea: «No sé si creo o no. Tal vez, haya algo.»

En muchos puede seguir creciendo la indiferencia religiosa y la apatía. Dios no interesa ya ni como planteamiento. La persona vive en un «ateísmo práctico». El proceso ha terminado.

. Está claro que no se puede identificar el abandono de la práctica religiosa con la increencia. Pero, de hecho, quien abandona la misa dominical da un paso decisivo hacia el deterioro y la pérdida progresiva de su fe.

La fiesta del «Corpus» o fiesta de la Eucaristía nos recuerda una experiencia elementa:

Quien no alimenta su fe, la va perdiendo.

Quien no se encuentra nunca con otros creyentes para recordar el Evangelio, orar a Dios y reavivar su espíritu, terminará vaciando su vida de fe.
(Equipo de Liturgia de S. Vicente de Abando. Bilbao)





16 En aquel tiempo dijo Jesús a Nicodemo:
Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna.
17 Porque Dios no mandó a su Hijo al mundo para condenar al mundo,
sino para que el mundo se salve por él.
18 El que cree en él, no será condenado; el que no cree, ya está     condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.


Comentario

Cerrado ya el ciclo de la celebración pascual, la liturgia nos propone hoy la contemplación gozosa del misterio íntimo de Dios que se nos ha revelado en Jesucristo.

El Dios que nos revela Jesucristo es un Dios de amor, que ha llegado a implicarse en nuestro mundo y nuestra historia a través de su hijo Jesús.

El mensaje de esta fiesta es un canto al amor y amor compartido. Las tres lecturas hablan del Dios-Amor: “Dios compasivo y misericordioso, rico en clemencia y lealtad: Dios del amor”; “el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo”; “tanto amó Dios al mundo.”


Nuestro Dios no es un Dios solitario. Dios es amor y por eso es solidario, es familia, comunidad, don de sí. Es Padre, fuente fecunda. Es Hijo, palabra hecha carne, amor cercano y fraternal. Es Espíritu, amor hecho abrazo. Todo lo cual le hace exclamar a San Pablo:”el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones”.

¿Cómo ver este misterio de Dios desde otra perspectiva que no sea la del amor?. Igual que el misterio del hombre “creado a imagen y semejanza de Dios”. Por eso el ser humano no puede ser un ser solitario sino que necesita el encuentro con un tú, creando entonces, misteriosamente, una realidad nueva, un nosotros que, sin embargo, los va haciendo más uno.


Nuestra vocación es vivir trinitariamente: en solidaridad, completándonos, compenetrándonos, llegando a tener un solo corazón y una sola alma, respetando y creciendo en la diversidad.





19 Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa con las puertas cerradas, por miedo a los judíos.
Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
— Paz a vosotros.
20 Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado.
Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.
21 Jesús repitió:
— Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.
22 Y dicho esto exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
— Recibid el Espíritu Santo;
23 a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.

C o m  e n t a r i o



El pequeño grupo de discípulos se encontraban atemorizado, desanimado, después de la tragedia de la crucifixión y muerte de Jesús, “con las puertas cerradas por miedo a los judíos.”



En el evangelio Jesús resucitado les comunica cuatro dones fundamentales: la Paz, el gozo, la misión, y el Espíritu Santo. Los dones pascuales por excelencia son la paz y el gozo, que no son dados para el goce egoísta y exclusivo, sino para que se traduzcan en misión universal. Una única misión: la que el Hijo ha recibido del Padre ahora se vuelve también misión de la Iglesia para la cual el Señor dona su Espíritu. Jesús, como Yahvé cuando creó al hombre (en Gen 2,7) o como Ezequiel que invoca el viento de vida sobre los huesos secos (en Ez 37), “sopló sobre ellos”. 



Con el don del Espíritu el Señor Resucitado inicia un mundo nuevo, y con el envío de los discípulos comienza un nuevo Israel que cree en Cristo y testimonia la verdad de la resurrección. Como “hombres nuevos”, llenos del aliento del Espíritu, los discípulos deberán continuar la misión del “Cordero que quita el pecado del mundo”: la renovación de la humanidad como nueva obra creadora en virtud del poder vivificante del Resucitado.

Muchísimos cristianos de a pie se sienten satisfechos con ser servidos en sus sentimientos, en sus “necesidades religiosas”... Pero ser cristiano es comprometerse para mejorar el mundo dando testimonio del amor de Dios. Hemos recibido el Espíritu para llevar a cabo la misión de Jesús, no para ser servido y ser tranquilizado.

 





Final del santo Evangelio según San Mateo
16 En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado.
17 Al verlo ellos se postraron, pero algunos vacilaban.
18-20a Acercándose a ellos, Jesús les dijo:
    Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra.
Id y haced discípulos de todos los pueblos bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.
20b Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.

Comentario

El evangelio (Mt 28, 16-20) refiere la aparición pascual en Galilea con la que concluye el evangelio de Mateo, estructurada en tres partes: “la presentación de Cristo”, “la misión “y “la promesa de la presencia del Señor hasta el final de los tiempos”. El escenario es un “monte”, símbolo bíblico que evoca un espacio privilegiado en el que Dios se ha revelado en la primera alianza (cf. Ex 19; 1 Re 19).


        La presentación de Jesús. Se trata de una solemne declaración sobre su señorío absoluto sobre el cielo y la tierra: “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra” (Mt 28, 18). ”). Jesús Resucitado es Señor de cielo y tierra, con el poder mesiánico para transformar la historia humana y llevarla a la plenitud de Dios.

         La misión. Jesús ordena a los discípulos: “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a observar todo lo que yo os he mandado” (Mt 28,19-20). La misión de la iglesia aparece sin ningún tipo de límites ni restricciones, destinada a alcanzar a todos los hombres de la tierra.

                   La presencia de Jesús. Es la última palabra de Jesús en el evangelio de Mateo. Una promesa que es fuente de confianza y de esperanza para los discípulos. En el Antiguo Testamento, la frase: “yo estaré contigo”, o “yo estaré con vosotros”, expresa la garantía de una presencia salvadora y activa de Dios en favor de sus elegidos o de su pueblo (cf. Ex 3,12; Jer 1,8; Is 41,10; 43,5). Jesús, constituido como Señor universal mediante la resurrección, lleva a plenitud esta presencia salvadora de Dios. El es “Dios–con–nosotros”. La eficacia de la misión y la autoridad de la enseñanza de los apóstoles se funda en esta presencia de Jesús. Esta síntesis final del evangelio de Mateo y de la fe de la iglesia nos ofrece el sentido profundo del misterio de la Ascensión del Señor. Los cristianos tenemos una palabra de esperanza para ofrecer a la humanidad y una misión liberadora que realizar en favor de los hombres.

Y una pregunta para pensar.

¿Cómo estás cumpliendo el mandato de Jesús de “anunciarle” en tu casa, en tu trabajo, en tu profesión, en tu familia...?.

Atrévete a darte una respuesta





En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

15 Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Yo le pediré al Padre que os dé otro Defensor que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad.
El mundo no puede recibirlo porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis porque vive con vosotros y está con vosotros.


18 No os dejaré desamparados, volveré. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis, y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy con mi Padre, vosotros conmigo y yo con vosotros.


21 El que acepta mis mandamientos y los guardas, ese me ama; al que me ama, lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él.


Comentario
Jesús se presenta como un padre de familia, del cual son hijos los discípulos: “No os dejaré huérfanos, volveré a vosotros” (Jn 14,18). Era una forma corriente de trato entre los rabinos y sus discípulos. El regreso del que habla Jesús es, en primer lugar, la resurrección. A través de la presencia pascual, permanente y cercana, los discípulos no serán nunca huérfanos. Después de la experiencia pascual, en efecto, “el mundo no me verá, pero vosotros sí me veréis, porque yo vivo y también vosotros viviréis” (v. 19). El mundo no podrá ver a Jesús porque su presencia vivificante solamente se experimenta por medio de la fe. Los discípulos, en cambio, verán nuevamente a Jesús porque continuará viviendo y será el fundamento de la nueva vida de fe de los creyentes. “

Jesús estará con los suyos, cohabitará con ellos de distintas formas:
Estará en medio de ellos si ponen en práctica sus mandamientos. El signo más evidente de que aman a Jesús será el amor.
Jesús estará con los suyos a través del Espíritu. Este le recordará su enseñanza, les consolará, les ayudara en las persecuciones...
Jesús promete volver El mismo .Será el momento en que se hará presente para siempre.
 Esto es formidable, amigos, 
¡No estamos solos!.





1-4 En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
— No perdáis la calma, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias si no, os lo había dicho, y me voy a prepararos sitio.
Cuando vaya y os prepare sitio volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.

5-7 Tomás le dice:
— Señor, no sabemos adónde vas.
¿Cómo podemos saber el camino?
Jesús le responde:
— Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí.
Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto.
8-12 Felipe le dice: — Señor, muéstranos al Padre y nos basta.
Jesús le replica:
— Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: «Muéstranos al Padre?» ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también el hará las obras que yo hago, y aun mayores. Porque yo me voy al Padre.

COMENTARIO
CAMINO, VERDAD Y VIDA

“Caminante, no hay camino; se hace camino al andar”. Todo el mundo repite este verso de Machado. Pero hoy podemos decir que esas palabras del gran poeta fallan por alguna parte. Porque camino, si lo hay.
Se quiere señalar con esos versos que en la vida hay que improvisar sendas, que no hay que pararse, que hace falta la imaginación. Pero no es verdad que no hay camino, porque Jesús es el camino. En ese sentido, vivimos más seguros de lo que afirma el poeta. Y sólo hace falta seguir a Jesús para llegar a la meta.
Los amigos de Jesús andaban ansiosos, como si no hubiera senda. Entonces El les para y les dice tranquilo: “No perdáis la calma. Yo soy el camino, la verdad y la vida”. ¡todo lo que nosotros necesitamos y buscamos!:

  •      Se nos ofrecen multitud de caminos para andar por la vida. Y Jesús afirma que es nuestro camino.
  •      Se nos ofrecen demasiadas mentiras como solución a nuestros problemas. Y Jesús se nos presenta como la verdad para nosotros.
  •      Se nos ofrecen muy variadas formas de vida que nos llenarán de felicidad. Y Jesús se presenta como verdadera vida.
La historia de la Humanidad, a través de los siglos, le da la razón. Jesús es camino porque es la verdad y otorga la vida. Quien edifique sobre esta "piedra angular", llegará a plenitud. Pero quien la rechace, se estrellará y será su ruina.
En nuestra existencia seguimos muchos caminos, tenemos muchas verdades, y buscamos la vida en muchas partes; sin embargo Jesús se proclama como el único camino, la única verdad y la única vida.


¿Qué camino sigo yo para encontrar la vida de verdad?

En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos:
1-5 Os aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas.
A éste le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz: a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.
6-10 Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús: Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas.

Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí sé salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.



Comentario

              Como cada año, en el Cuarto domingo de Pascua, recordamos a Cristo Buen Pastor.

 El evangelio (Jn 10,1-10) nos introduce hoy en el rico tema bíblico del "pastor", imagen que evoca al Dios del éxodo que acompaña a su pueblo, al Dios providente y cercano del Salmo 22, al Mesías como verdadero pastor de su pueblo en contraposición con los jefes corruptos de Israel, etc
 El Buen Pastor, Jesús, como pastor y guardián de nuestras vidas. Lo sabemos caminante a nuestro lado, como con los discípulos de Emaús. Porque es pastor junto a nosotros, nada nos falta, lo tenemos todo. Más tarde, lo dirá de forma bella una andariega castellana: Quien a Dios tiene, nada le falta, sólo Dios basta. La búsqueda inquieta de cosas, el tener insatisfecho, son signos de que Dios no está presente, de que no es El quien llena nuestra vida.
 El nos conduce por el camino con su Palabra. Ella es luz en las tinieblas, seguridad en la senda, descanso en la fatiga. Y nos lleva de la mano hasta la Mesa. Allí está preparado el alimento y la copa.
 Jesús Resucitado es el Pastor definitivo de nuestras vidas y de toda nuestra historia. Y ha querido necesitar de nosotros para conducir a los hombres hacia los pastos de la vida; por esto es hoy la Jornada de Oración por las vocaciones. Sabemos que sólo desde la oración podrá haber vocaciones.
 Que haya siempre en nuestros labios una oración por las vocaciones, y ,¿por qué no?, también por nuestros pastores.





13-24 Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido.
Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran
capaces de reconocerlo.
El les dijo: — ¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?
Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó:
— ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos días?


El les preguntó: — ¿Qué?
Ellos le contestaron:
— Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves, hace dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no le vieron.
25-27 Entonces Jesús les dijo: — ¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?
Y comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas les explicó lo que se refería a él en toda la
Escritura.
28-32 Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante, pero ellos le apremiaron diciendo: — Quédate con nosotros porque atardece y el día va de caída.
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció.
Ellos comentaron: — ¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?
33-35 Y levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los once con sus compañeros, que estaban diciendo: — Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón.
Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.



C 0 M E N T A R I O

Lucas, con el relato de Emaús, nos detalla los caminos del encuentro con el Resucitado. 

Emaús dice que en nuestra ruta de desencanto, de huida, de desesperanza, se hace presente Jesús, se interesa por nuestras dudas y esperanzas.

Emaús es el momento de la catequesis, la hora de explicarnos la Escritura y su relación con la vida, la hora de hacernos ver que el sufrimiento puede ayudar a madurar y ser redentor.


Emaús es el signo de acoger al forastero, de partir el pan, de aprender a partirse y repartirse, de aceptar que los ojos nos sean abiertos.

Emaús es también el encuentro, el lanzamiento hacia la fe y el compromiso. Porque cada vez que reconocemos al Señor en nuestros Emaús, no podemos callar lo que hemos visto y experimentado.

Aquellos dos discípulos, tristes y desesperanzados, se encontraron con aquel caminante, que les dio sentido, de nuevo, a sus vidas. 

Fíjate en estos pasos:

ENCUENTRO: Es una suerte encontrarse con Jesús. Nosotros lo podemos encontrar en nuestros hermanos. Si no nos abrimos a ellos, no le encontraremos jamás a El.

LAS ESCRITURAS: Cuando leemos la Palabra de Dios, ya estamos en buen camino para volver a encontrar a Jesús

EL PAN: Es imagen de la Eucaristía, La misa de los domingos no es ningún lujo para nosotros. Es una necesidad. Quienes la dejan, olvidan a Jesús. Es una lástima.






19 Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa con las puertas cerradas, por miedo a los judíos.
Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
— Paz a vosotros.
20 Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado.
Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.
21 Jesús repitió:
— Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.
22 Y dicho esto exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
— Recibid el Espíritu Santo; 23 a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.
24 Tomás, uno de los doce, llamado El Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús.
Y los otros discípulos le decían:
—Hemos visto al Señor.
25 Pero él los contestó:
—Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.

26 A los ocho días estaban otra vez dentro los discípulos
Y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
— Paz a vosotros.
27 Luego dijo a Tomás:
—Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.
28 Contestó Tomás:
— ¡Señor mío y Dios mío!
29 Jesús le dijo:
— ¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.
30 Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos.
31 Estos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su Nombre.


COMENTARIO

Jesús ha resucitado. Pero los discípulos seguían heridos de muerte. El evangelio nos habla de algunas de esas heridas. Les atenazaba la desilusión y la desesperanza, porque todo se había quemado junto a la cruz. Les hacía más débiles la desunión: tras la muerte de Jesús sólo les unía su sentimiento de fracaso. Ante todo su gran herida era la duda y la falta de fe: habían seguido al Mesías pero no le habían entendido.
Jesús, entonces, se deja ver ante ellos y se contagian de resurrección. Las puertas se abren, las esperanzas se renuevan, les llega la paz y se llenan de alegría. El Señor, además, les mete la Pascua por dentro: “Recibid el Espíritu Santo”. Porque son personas nuevas pueden vivir en la nueva era del perdón, de la comunión. Es la estampa que ofrece, de las primeras comunidades, el libro de los Hechos de los Apóstoles
Podemos preguntarnos si el encuentro con Jesús en su Palabra y en el altar nos contagia de resurrección, de Espíritu Santo, de fraternidad.
                                 
Reflexión
Lo que Jesús fue, lo que Jesús supuso: todo ello sigue teniendo realidad visible a través de los discípulos de Jesús. He aquí el carné de identidad del cristiano.
En este sentido, el reto de Tomás (si no veo, no creo) está ahora en el tejado del discípulo. Puede que haya gente que no crea por no ver discípulos de Jesús dignos de tal nombre.
En otro orden de cosas, resulta enormemente tranquilizador para el discípulo de hoy el constatar que los que conocieron y convivieron con Jesús fueron creyentes, pero no crédulos. Nuestro creer hoy en Jesús tiene un sólido fundamento gracias a ellos.
Y para terminar, otra pregunta: ¿hemos leído el cuarto evangelio? Su autor lo ha escrito para que, con su lectura, creamos que Jesús es el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengamos vida por medio de él.