En aquel tiempo volvió a hablar Jesús en parábolas a los sumos
sacerdotes y a los senadores del pueblo, diciendo:
«El Reino de los Cielos se
parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que
avisaran a los convidados, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados
encargándoles que les dijera tengo preparado el banquete, he matado terneros y
reses cebadas y todo está a punto. Venid a la boda. Los convidados no hicieron
caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios, los demás les echaron
mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos. El rey montó en cólera,
envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la
ciudad. Luego dijo a sus criados: "La boda está preparada, pero los
convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos y a todos
los que encontréis, convidadlos a la boda." Los criados salieron a los
caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del
banquete se llenó de comensales.
Cuando el rey entró a saludar a los comensales reparó en uno que no
llevaba traje de fiesta y le dijo: "Amigo ¿cómo has entrado aquí sin
vestirte de fiesta?" El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los
camareros: "Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas.
Allí será el llanto y el rechinar de dientes. Porque muchos son los llamados y
pocos los escogidos."
COMENTARIO
¡¡
VAMOS A LA FIESTA!!
Mateo
funde dos parábolas en una: la de los invitados al banquete nupcial y la del
que se presenta sin vestido de boda. La primera sobre la anécdota histórica del
publicano Bar Majan, quien, próximo a la muerte y queriendo limpiar su imagen
de pecador público, organizó un banquete e invitó a los notables de Jerusalén.
Nadie acudió porque era un colaboracionista romano y traidor a la causa judía.
Entonces Bar Majan invitó a pobres y mendigos.
Los invitados de la parábola son igualmente los
principales de la ciudad. Unen a su rango social la veneración por la Ley. Pero
sus negocios e intereses excusan toda invitación al Reino. Y, lo que es peor,
maltratan a los mensajeros. Ciertamente “estos invitados no se lo merecían”.
Sin embargo, la fiesta sigue abierta. Los invitados son
otros: “Id a los cruces de los caminos y a todos los que encontréis,
convidadlos a la boda”. La sala se llena de comensales, “malos y buenos”,
también publicanos, prostitutas y pecadores, para dejar claro que nadie es
llamado por sus méritos, sino por el amor gratuito de Dios.
Nosotros somos Iglesia festiva, gozosa e ilusionada. La
imagen del banquete es para cuantos valoran dar, servir, compartir con alegría.
Decía el viejo cura de Bernanos al joven angustiado: “Si vas con esa cara de
tristeza, nadie podrá creer que eres mensajero de Dios que nos prepara un gran
banquete, una inmensa fiesta”.
El
segundo tema alude al que entró sin traje de fiesta. Para unos es el bautismo y
para otros el compromiso cristiano diario, que introduce a los creyentes en una
sana y creadora tensión a la hora de construir el Reino aquí y ahora.
En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a
los ancianos del pueblo:
-«Escuchad otra parábola: Había un propietario que
plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó la
casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje.
Llegado el tiempo de la vendimia, envió sus criados a
los labradores, para percibir los frutos que le correspondían. Pero los
labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, y otro lo
apedrearon.
Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez,
e hicieron con ellos lo mismo. Por último les mandó a su hijo, diciéndose:
"Tendrán respeto a mi hijo."
Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron:
"Éste es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia."
Y, agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo
mataron.
Y ahora, cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará
con aquellos labradores?»
Le contestaron:
-«Hará morir de mala muerte a esos malvados y
arrendará la viña a otros labradores, que le entreguen los frutos a sus
tiempos.»
Y Jesús les dice:
-«¿No habéis leído nunca en la Escritura: "La
piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor
quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente"?
Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino
de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos.»
Comentario
En
el centro de la liturgia de hoy se encuentra la imagen de “la viña” que
en toda la Biblia es símbolo de Israel y de su historia.
La historia
de la viña de Israel, con sus luces y sombras, con su entramado de mal y de
bien, de fe y de infidelidad, se nos presenta hoy en el cántico profético de
Isaías (primera lectura), y en la parábola de los viñadores homicidas (evangelio),
que presenta en forma dramática la obstinación del pecado y del rechazo a los
enviados de Dios.
Centrémonos
en el Evangelio que es la parábola conocida como “parábola de los
viñadores homicidas”. Se trata de una síntesis de toda la historia de Israel. Los
viñadores representan, en primer lugar, a los jefes y al pueblo hebreo que
se han resistido a Dios; los siervos enviados son los profetas; la
figura del dueño de la viña evoca a Dios mismo que ha cuidado con tanto
amor a su pueblo. Una y otra vez Dios envió a los profetas para que anunciaran
su palabra al pueblo y revelaran el sentido último de los acontecimientos de la
historia, pero se negaron a aceptarlos
“Finalmente
les envió a su hijo, pensando: a mi hijo lo respetarán”. a Jesucristo. La
reacción, sin embargo, es la misma.
Las
lecturas bíblicas de hoy son una invitación a responder generosamente al
“hacer” de Dios en favor nuestro. La historia de los viñadores nos enseña a no
hacernos ilusiones, creyendo que poseemos algún derecho de propiedad de la
salvación y de la verdad. Seremos viña del Señor y parte de su pueblo
mesiánico si somos capaces de dar constantemente fruto. Un fruto que es al
mismo tiempo don de Dios y esfuerzo humano. Un fruto que crece en la medida en
que vivimos unidos a Jesús y permanecemos en “Yo soy la vid y vosotros los
sarmientos. Quien permanece en mi y yo en él, da mucho fruto” (Jn 15,5).
En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a
los ancianos del pueblo:
-« ¿Qué os
parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: "Hijo,
ve hoy a trabajar en la viña." Él le contestó: "No quiero." Pero
después recapacitó y fue.
Se acercó al
segundo y le dijo lo mismo. Él le contestó: "Voy, señor." Pero no
fue.
¿Quién de los
dos hizo lo que quería el padre?»
Contestaron:
-«El primero.»
Jesús les dijo:
-«Os aseguro
que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del
reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la
justicia, y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas le
creyeron. Y, aun después de ver esto, vosotros no recapacitasteis ni le
creísteis.
C o m e n t a r i o
Cuando Mateo y la Magdalena se
enteraron de lo que Jesús había dicho, se frotaron las manos hasta sacarles
chispas. Porque decir que los publicanos y las prostitutas iban a llegar al
Reino antes que los fariseos... ¡eso era demasiado!
Para que las cosas quedaran muy
claras, Jesús había puesto un ejemplo muy sagaz. Había un señor que tenía dos
hijos. Le dijo al uno: “Hijo, vete a la viña”. Y le contestó:”Sí padre” .Pero
no fue. Y al otro: “Vete”. Y le contestó:”No quiero. Pero fue. ¿Cual de los dos
era el bueno?.
Hay un peligro que acecha a los
“mejores”, a los que se esfuerzan, lo mismo que los fariseos, por creerse tan
al lado de Dios que no piensan ya en convertirse, en cambiar. Para las
prostitutas y los pecadores su no a Dios es tan grande que no vacilaron
al ver que podían decir sí inmediatamente. Nosotros, ¡el primer hijo!,
vamos acumulando los amén... y no nos movemos
El texto del evangelio es una buena concreción del refrán:
"Del dicho al hecho hay mucho trecho". El primero de los hijos
representa a los pecadores que se han convertido y cumplen la voluntad de Dios.
El segundo representa a los que cumplen de palabra y "de culto", pero
su vida va por otro lado.
A la hora de la verdad, lo que cuenta no son las
palabras, sino las obras. Como dice otro refrán: "Obras son
amores y no buenas razones". Jesucristo denuncia siempre esta
falsedad de los fariseos: "Dicen, pero no hacen...", "sepulcros
blanqueados...". Y termina el evangelio con una sentencia durísima:
"Los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el reino de
los cielos".
Como el texto del evangelio es una invitación a ser
coherentes, podríamos aplicarnos ahora qué nos quieren transmitir:
¿Con qué hijo me identifico más, con el que
dijo que no iba y luego fue o con el que dijo que iba y luego no fue? ¿Los que vamos a la Iglesia, no seremos hoy
los sumos sacerdotes y ancianos a los que denunciaba Jesús con esa parábola?
¿Quiénes son los que trabajan en la viña del Señor, los cercanos a la Iglesia o
los más alejados? ¿Quién vive los valores del evangelio? ¿Quién cumple la
voluntad de Dios?.
Que el Señor nos ayude a ser
coherentes para que no haya distancia entre lo que decimos y lo que hacemos.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: “El reino de
los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar
jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por
jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que
estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo:
“Id también vosotros a mi viña, y
os pagaré lo debido”. Ellos fueron. Salió de nuevo hacia el mediodía y a media
tarde e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y
les dijo:
“¿Cómo es que estáis aquí el día
entero sin trabajar?”
Le respondieron:
“Nadie nos ha contratado.”
Él les dijo:
“ Id también vosotros a mi viña.”
Cuando oscureció el dueño de la viña dijo al capataz: “Llama a los
jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los
primeros.”
Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando
llegaron los primeros, pensaron que recibirían más, pero ellos también
recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo:
“Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que
a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno.”
Él replicó a uno de ellos:
“Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario?
Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no
tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú
envidia porque yo soy bueno?” Así, los últimos serán los primeros y los
primeros los últimos.”
COMENTARIO:
Los criterios de Dios
“Los últimos serán los
primeros y los primeros los últimos”. Es una frase que hemos escuchado
infinidad de veces. En este domingo, la encontramos al final del relato del
Evangelio de la Misa. Y nos podemos preguntar: “¿A qué se refiere el Señor
con estas palabras?”. Si escuchamos con atención esa parábola que nos propone
Jesús, -del propietario que contrató a jornaleros a diferentes horas y les
pagó a todos lo mismo-, seguro que a nuestros esquemas mundanos les resulta
extraño ese proceder. Jesús contó aquella parábola a sus discípulos para que
entendieran bien que Dios no se guía por criterios humanos; que Dios
trabaja de manera muy diferente a la nuestra.
En el Reino de Dios, el
importante no es el que llega antes. Para Dios lo importante es el amor gratuito,
la generosidad sin límites, y no nuestras cuentas tantas veces cuadradas al
milímetro. Y es que en nuestra vida hay a veces actitudes que, de cara a Dios,
son puro comercio. No me refiero a otra cosa sino a esas ocasiones en las que
le decimos a Dios:
“Si tú me concedes
esto... yo te doy/hago lo otro”. Somos a veces muy “negociantes” en nuestras
relaciones con Dios y con los hermanos. Pero hoy el Señor nos invita a ser
simple y llanamente generosos y misericordiosos como él lo es. Esta parábola es
también un ejemplo de la misericordia de Dios. Entendamos bien que lo más
importante es lo que Dios es capaz de hacer por nosotros, y no tanto lo que
nosotros podamos hacer por él. ¡Feliz semana!
José Javier García
En aquel
tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:
Nadie ha
subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre.
Lo mismo que
Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del
hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.
Tanto amó
Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los
que creen en él, sino que tengan vida eterna.
Porque Dios
no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se
salve por él.
La
cruz, signo de victoria
Estamos muy acostumbrados a ver el signo
de la cruz por todas partes en nuestra sociedad, impregnada de fe
cristiana. Llevar la cruz colgada al cuello es algo muy común; es el signo del
cristiano, que reconoce en ella el medio por el cual el Señor nos redimió. Para
nosotros es normal mirar la cruz, pero para los paisanos de Jesús, ver al
Mesías morir en ella era un auténtico escándalo, que hacía tambalearse
la fe. Los discípulos de Jesús no comprendieron aquel momento de la vida
del Señor, hasta que llegó la Resurrección. Y es que no era normal que todo un
Dios muriese en la cruz como un criminal de la época.
Por eso, porque la cruz de Cristo no es
algo más para el cristiano, celebramos cada año esta fiesta de la Exaltación de
la Cruz. En el Evangelio, hoy se nos deja muy claro el amor infinito de Dios
por nosotros: un amor tal hasta el punto de entregar la vida en la cruz. Desde
entonces, la cruz es signo de victoria, signo de amor, de entrega. Ya nada nos
podrá separar del amor de Dios Padre, mostrado en su Hijo, Jesucristo,
crucificado. ¡Somos seguidores de un crucificado! Jesús, desde su cruz, nos
está diciendo que el camino de su seguimiento es el de ir tras él cargando
también nuestras pequeñas o grandes cruces. Porque sólo en él hay redención y
salvación.
¡Feliz
domingo! ¡Feliz semana!
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso,
has salvado a tu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para
que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les
hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad,
considéralo como un pagano o un publicano.
Os aseguro que todo lo que atéis
en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra
quedará desatado en el cielo.
Os aseguro además que si dos de
vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre
del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo
en medio de ellos.
Comunidad cristiana
Con
el Evangelio de hoy, comenzamos una serie de lecturas referentes a cómo debe
ser la comunidad cristiana.
En
concreto hoy Jesús nos da indicaciones para un tema tan básico como es la
corrección fraterna. Si todos somos hijos de un mismo Padre que es Dios,
entonces es que todos somos hermanos; esa vida de hermanos tiene que palparse
en lo cotidiano. Y siempre decimos que donde hay personas surgen los roces y
los malentendidos, es muy común. Nos viene muy bien de vez en cuando que nos
corrijan con caridad, por el bien de la comunidad entera. Y la corrección
nunca ha sido fácil. Si somos hermanos, tenemos esa obligación de
no desentendernos unos de otros, a través del buen ejemplo, a través del
testimonio, a través de la corrección cariñosa.
Cuando
vamos por el mal camino, es bueno tener la mano de un hermano que nos indica
que por ahí no van los planes de Dios. Un aviso a tiempo; un consejo acertado,
una corrección sin maldad, ... hace mucho bien, siempre que sea desde la
confianza. Todo eso nos ayuda a madurar y a ser felices. La vida en comunidad es
una hermosa ocasión para vivir buscando el bien del otro: nuestras parroquias y
comunidades son la forma en la que Dios ha querido que vivamos caminando como
cristianos. No somos caminantes solitarios, sino comunidad unida que camina hacia la casa
del Padre. Caminemos siempre así.
¡Feliz
domingo!
En aquel tiempo, empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que
ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes
y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día. Pedro se
lo llevó aparte y se puso a increparlo: “¡No lo permita Dios, Señor! Eso no
puede pasarte.”
Jesús se volvió y le dijo a Pedro: “¡Quítate de mi vista, Satanás, que
me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios.”
Entonces dijo a sus discípulos:
“El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con
su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la
pierda por mi la encontrará. ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo
entero, si arruina su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo
del hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces
pagará a cada uno según su conducta.”
COMENTARIO
La
vida cristiana
La
vida del cristiano es la vida del que se ha encontrado con el Señor, y
sintiéndose amado por Él, se lanza a la aventura de vivir tras sus pasos. La
vida del cristiano es una gozosa aventura. Porque si hay algo seguro es que ese
camino lleva a la felicidad verdadera, aunque decidirse por seguir los pasos de
Jesús conlleva afrontar dificultades y obstáculos, a veces también en lo
personal. No todo es de color de rosa en la vida de fe; el Señor es exigente,
no quiere ser uno más en nuestra existencia. Quiere ser el Maestro y Señor; el
centro. Y vivir así a veces cuesta, y humanamente se nos hace cuesta arriba. No
creamos que nos pasa solamente a nosotros. También les pasaba a los apóstoles.
Pedro es uno de ellos.
Hoy
escuchamos en el Evangelio cómo el apóstol no entiende los planes de Dios,
anima a Jesús a no seguirlos, y Jesús le responde directamente: “¡Quítate de mi
vista, Satanás, que me haces tropezar! Tú piensas como los hombres, no como
Dios”. Nuestro mundo nos ofrece caminos facilones que nos llevan a una
felicidad a medias. El Señor nos ofrece la vida eterna, y con ella la felicidad
plena, aunque ese camino cuente con las cruces de cada día. Yendo de su mano,
nuestras pequeñas cruces son participaciones en su Cruz, que nos valió la
Salvación. No nos desanimemos. Confiemos en los planes de Dios.
¡Feliz
domingo y feliz semana!
En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesárea de Filipo Jesús
preguntó a sus discípulos: “¿Quién dice la gente qué es el Hijo del hombre?”
Ellos contestaron: “Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que
Jeremías o uno de los profetas.”
Él les preguntó: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”
Simón Pedro tomó la Palabra y dijo: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios
vivo.”
Jesús le respondió: “¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no
te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo.
Ahora te digo yo: Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el
poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos;
lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra
quedará desatado en el cielo.”
Y les mandó a los discípulos que
no dijesen a nadie que Él era el Mesías.
Comentario
El pasaje que leemos hoy del
Evangelio de San Mateo es de gran importancia en la vida de Jesús.
Jesús no ha sido bien acogido por su
pueblo y, aparentemente, su misión ha fracasado. Sin embargo, sus discípulos
por boca de Pedro reconocen que Jesús es "el Mesías, el Hijo de Dios
vivo". Esta confesión es el resumen de la fe de la Iglesia.
Jesús hace un breve examen a sus
discípulos. Solamente dos preguntas:
¿Qué dicen de mí?; ¿qué dice la
gente que soy yo?
¿Qué pensáis vosotros que soy yo?
Para nosotros responder que "Jesús
es el Salvador, el Mesías, el Redentor", es sumamente fácil. Vemos que
la Historia se divide en dos partes: antes y después de Cristo. Pero para ellos
era dificilísimo. Solamente bajo el influjo de la fe pueden dar una respuesta
acertada.
Ellos
saben que nació en Belén; que vive en Nazaret. Pero ¿es el Mesías?; ¿es el Hijo
de Dios?; ¿es el Salvador esperado?; ¿realizará el cambio en la Humanidad como
anunciaban los profetas?¡Difícil dar el paso a la afirmación!
También sucede hoy. No se niega que
Jesús sea el "Jesús de Nazaret". Pero que sea el Salvador, el Señor,
solamente se puede afirmar bajo la luz e impulso de la fe.
Hoy Jesús también hace esas dos
preguntas. Y la gente habla de Jesús de Nazaret y dice muchas cosas de él.
Pero ¿qué decimos nosotros?; ¿qué
significa para nosotros Jesús de Nazaret?; ¿en qué cambia nuestra vida respecto
a otros que no le reconocen como Salvador?; ¿cuál es nuestro testimonio de fe
ante su persona y su mensaje?
Ante la respuesta que le da Pedro,
Jesús le confiere los "símbolos" de la autoridad del reino mesiánico:
- le
constituye en piedra sobre la que edificará su iglesia;
- le promete
las llaves del Reino,
- le concede
el poder de atar y desatar.
Nos encontramos en un momento
decisivo para la sociedad en la que vivimos. Nuestro testimonio de fe cristiana
es crucial. Debemos dar una respuesta firme a la pregunta del Señor, como lo
hizo el apóstol Pedro. Pero no solamente una respuesta teórica de Catecismo,
sino con la verdad cristiana de nuestra vida.
No vayamos desfigurando la imagen de
Jesús en nosotros como se ha ido desfigurando en el mundo con el paso de los
siglos.
Jesús es
el Salvador a quien reconocemos por la fe y de quien aceptamos su mensaje
salvador por estar iluminado por la esperanza y realizado en el amor.
En aquel tiempo, Jesús salió y se retiró al país de
Tiro y Sidón.
Entonces una mujer cananea, saliendo de uno de
aquellos lugares, se puso a gritarle:
Ten compasión de mí, Señor Hijo de David.
Mi hija tiene un demonio muy malo.
El no le respondió nada.
Entonces los discípulos se le acercaron a decirle:
Atiéndela, que viene detrás gritando.
El les contestó:
Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de
Israel.
Ella los alcanzó y se postró ante él, y le pidió de
rodillas:
Señor, socórreme.
El le contestó:
No está bien echar a los perros el pan de los hijos.
Pero ella repuso:
Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen
las migajas que caen de la mesa de los amos.
Jesús le respondió:
Mujer, qué grande es tu fe: que se cumpla lo que
deseas.
En aquel momento quedó curada su hija.
La
elección de Dios
Dios
nos ama a todos, y nos llama a la vida plena. Dios no es propiedad de nadie en
particular; se nos ha dado a conocer y nos ha pedido que anunciemos el
amor que él nos tiene, a todas las personas, para que también ellas tengan
vida. A lo largo de la historia, en infinidad de ocasiones muchos se han
querido apropiar de Dios, pero él es un Padre bueno, que no se deja encerrar.
Jesús, hoy en el Evangelio, nos lo hace ver.
En
los planes de Dios estaba el darse a conocer primero al pueblo elegido: Israel.
Pero cuando éste rechaza a Jesús, los apóstoles se encargan de extender la fe
cristiana entre los pueblos vecinos, siguiendo las instrucciones del Señor. “Id
y predicad...”
La curación de la hija de la cananea es signo de esa universalidad de la salvación de Dios, que llega no solamente a Israel, sino a todos los pueblos, por puro regalo; por pura misericordia. La fe de la mujer cananea es el ejemplo de esa fe limpia y confiada en Dios. Tenemos mucho que aprender de la fe de aquella mujer pagana. Nos falta a veces plena confianza en ese Dios que se abre a todos, y que quiere transformar la vida de cada persona. Y en esa tarea, tú y yo somos sus instrumentos, sus manos y sus pies, para llegar a todos los rincones del mundo.
La curación de la hija de la cananea es signo de esa universalidad de la salvación de Dios, que llega no solamente a Israel, sino a todos los pueblos, por puro regalo; por pura misericordia. La fe de la mujer cananea es el ejemplo de esa fe limpia y confiada en Dios. Tenemos mucho que aprender de la fe de aquella mujer pagana. Nos falta a veces plena confianza en ese Dios que se abre a todos, y que quiere transformar la vida de cada persona. Y en esa tarea, tú y yo somos sus instrumentos, sus manos y sus pies, para llegar a todos los rincones del mundo.
¡Feliz
Semana!
Después que
se sació la gente, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y
se le adelantaran a la otra orilla mientras él despedía a la gente.
Y después de
despedir a la gente subió al monte a solas para orar.
Llegada la
noche estaba allí solo.
Mientras
tanto la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el
viento era contrario.
De madrugada
se les acercó Jesús andando sobre el agua.
Los
discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, pensando
que era un fantasma.
Jesús les
dijo en seguida:
— ¡Animo, soy yo, no tengáis miedo!
Pedro le
contestó:
— Señor, si eres tú, mándame ir hacia ti andando
sobre el agua.
El le dijo:
— Ven.
Pedro bajó
de la barca y echó a andar sobre el agua acercándose a Jesús; pero, al sentir
la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó:
— Señor, sálvame.
En seguida
Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo:
¡Qué poca
fe! ¿Por qué has dudado?
En cuanto
subieron a la barca amainó el viento.
Los de la barca
se postraron ante él diciendo:
— Realmente eres Hijo de Dios
Palabra del
Señor.
Comentario
La dificultad de ser cristiano
Recuerdo que cierto día, una persona de la
parroquia se me quejó de que ser cristiano era muy difícil, porque la fe no le
ahorraba las dificultades de la vida. Este amigo no había comprendido que la fe
no es vivir en un camino de rosas, sino más bien caminar por la vida, con una
meta muy clara y sabiendo que no vamos solos. Es caminar con confianza, perder
el miedo al saber que vamos de la mano del Señor. De eso también nos habla hoy
el Evangelio que se proclama en la Misa dominical.
En nuestra vida hay muchos momentos en los
que vamos como a oscuras, como los discípulos en la barca, de noche. Los
vientos zarandean nuestra existencia, pero es Jesús quien en medio de la
tempestad viene hacia nosotros. Sólo nos pide que tengamos fe; que nos fiemos
de Él porque, incluso donde parece que nada tiene sentido, con la presencia del
Señor las cosas cambian. Es verdad que preferimos todas las seguridades antes
que lo que se nos escapa de las manos; pero la vida cristiana cuenta también
con las piedras en el camino, las noches oscuras, las inseguridades. Vivir la
fe es como caminar sobre el agua, pero sabiendo que Dios nos tiende la mano; Él
es más fuerte que las “tempestades” y sostiene nuestro caminar. Vivamos siempre
con esa confianza.
¡Feliz domingo y feliz semana!
En aquel tiempo, dijo
Jesús a la gente:
—El Reino de los
Cielos se parece a un tesoro escondido en el campo:
el que lo encuentra,
lo vuelve a esconder, y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y
compra el campo.
El Reino de los Cielos
se parece también a un comerciante en
perlas finas, que al encontrar una de gran valor se va a vender todo lo que tiene y la compra.
El Reino de los Cielos
se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces:
cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en
cestos y los malos los tiran.
Lo mismo sucederá al
final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y
los echarán al horno encendido.
Allí será el llanto y
el rechinar de dientes.
— ¿Entendéis bien todo
esto?
Ellos le contestaron:
— Sí.
El les dijo:
— Ya veis, un letrado
que entiende del Reino de los Cielos es
como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo.
Un tesoro escondido
Si le dijésemos a alguien que tenemos los
números que van a salir en la Primitiva, si le aseguráramos al vecino que
sabemos el numero en el que va a caer el gordo, o simplemente si estuviésemos
seguros de que vamos a ganar... lo abandonaríamos todo para buscar el boleto
apropiado, compraríamos el décimo completo.
Pues el Evangelio de hoy se parece algo
a esta situación. ¡Qué gran pedagogo es el Maestro, y cómo sabe captar nuestra
atención, buscando nuestros intereses más profundos!
El ejemplo es sencillo, como todo lo
sublime. Se trata de un hombre que descubre un tesoro en un campo, va y vende
lo que tiene y compra el campo... y con el campo, el tesoro escondido.
Esta parábola de Jesús, es una más de
las que ponía a la gente sencilla para explicarles en que va a consistir el
Reino que está predicando: el Reino que predica Jesús, es un tesoro para el
hombre, una perla de infinito valor; vivir según el Evangelio vale más que
cualquier otro modo de vida; más que el dinero, el poder o los honores. Vivir
según el Reino es vivir en felicidad. Si alguien la encuentra, hace todo lo
posible por conseguirla.
La vida del hombre no se hace a base de
renuncias sino de elecciones. El hombre está continuamente renunciando y
eligiendo. Si nos fijamos sólo en lo que hemos tenido que dejar nos entristece,
pero si valoramos lo que hemos escogido -y esto nos llena plenamente- la
alegría se desborda.
El Reino que predica Jesús nos exige una
elección radical por Evangelio, eligiendo los valores sobre los que se
construye este Reino: el amor, la justicia, la paz, la igualdad entre los
hombres, que nos viene de la grandeza de ser todos hijos del mismo Padre Dios.
El tesoro escondido, la gran lotería del
hombre es que Dios le ha salvado y le ha hecho hijo suyo. Es el mensaje que nos
trae Jesucristo. Vale la pena dejar todo lo demás para alcanzar este tesoro
escondido. Es lo que le da sentido a la muerte, pero sobre todo lo que le da
sentido a la propia vida.
Cuando nos afanamos tanto por descubrir
tesoros, de pronto alguien nos dice que tiene el plano del mejor de los
tesoros, y que está al alcance de todos. Un tesoro inagotable de felicidad, que
brota hasta al vida eterna.
Todos los creyentes, los bautizados como
hijos de Dios somos unos afortunados.
Alfonso
Crespo Hidalgo
24-30 En aquel tiempo, Jesús propuso esta
parábola a la gente:
—El Reino
de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero,
mientras la gente dormía, un enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y
se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la
cizaña.
Entonces
fueron los criados a decirle al amo:
— Señor,
¿no sembraste buena semilla en tu campo?
¿De dónde
sale la cizaña?
El les
dijo:
— Un
enemigo lo ha hecho.
Los
criados le preguntaron:
— ¿Quieres
que vayamos a arrancarla?
Pero él
les respondió:
— No, que podríais arrancar también el trigo. Dejadlos crecer
juntos hasta la siega, y cuando llegue la siega diré a los segadores: Arrancad
primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero.
31-32 Les propuso esta otra parábola:
—El Reino
de los Cielos se parece a un grano de mostaza que uno siembra en su huerta;
aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las
hortalizas; se hace un arbusto más alto que las hortalizas y vienen los pájaros
a anidar en sus ramas.
33 Les dijo otra parábola:
—El Reino
de los Cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de
harina y basta para que todo fermente.
34-35 Jesús expuso todo
esto a la gente en parábolas
y sin
parábolas no les exponía nada. Así se cumplió el oráculo del profeta:
«Abriré mi boca diciendo parábolas; anunciaré lo secreto desde la
fundación del mundo. »
36-43 Luego dejó a la gente y se fue a
casa.
Los
discípulos se le acercaron a decirle:
—Acláranos
la parábola de la cizaña en el campo.
El les
contestó:
—El que
siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre;
el campo
es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del Reino;
la cizaña
son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la
cosecha es el fin del tiempo, y los segadores los ángeles.
Lo mismo
que se arranca la cizaña y se quema,
así será el fin del tiempo: el Hijo del Hombre enviará a sus
ángeles, y arrancarán de su Reino a todos los corruptores y malvados y los
arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes.
Entonces
los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre.
El que
tenga oídos, que oigaSemilla... y cizaña
El Maestro sigue con la pedagogía de
las parábolas. Hoy nos dice: "El Reino de los cielos se parece a un
hombre que sembró la buena semilla en el campo...pero al segar se encontró
cizaña". Esta parábola está arrancada a la vida diaria de un pueblo
agrícola como era el pueblo de Jesús. Aún resuenan en nuestros oídos los ecos
de la parábola del domingo pasado: la parábola del Sembrador. Conocemos al
Sembrador y sabemos que la semilla es su Palabra.
Conocemos que hay tierras -nuestros
corazones- que pueden ser tierras buenas y malas. Y el fruto puede ahogarse o
germinar en abundancia.
Pero la semilla de la Palabra conlleva el
riesgo de la cizaña: la mala hierba sembrada por el Maligno en el corazón del
hombre. Hierba que chupa las buenas intenciones del corazón y reseca la
cosecha.
En todos los creyentes, junto a la palabra
sembrada en el corazón y regada por el agua del Bautismo, florece acechando la
cizaña cultivada por el egoísmo humano. Es la lucha del bien y del mal en la
profundidad de nuestra libertad. Para hacer el buen discernimiento el Espíritu
viene en ayuda de nuestra debilidad.
Dios nos invita a arrancar la cizaña y
quemarla. En nuestro corazón sembró Cristo su Palabra con la generosidad de la
Cruz. Y nos invita a no ser mala hierba -cizaña- que ahogue el fruto prometido,
que no es otro que la salvación de cada hombre y de cada mujer, el reencuentro
de cada hijo de Dios en las entrañas de misericordia del Padre.
Ante
ti tienes semilla y cizaña. Y el don de la propia libertad, porque Dios reclama
de cada uno un amor libremente expresado.
Pero la cizaña, sembrada por el enemigo,
tiene a veces la sutil apariencia del bien. Somos tan inteligentes los hombres
que hasta podemos engañarnos a nosotros mismos. La semilla de la cizaña, nunca
se presentará como algo malo, sino con la apariencia del bien. Así, se siembra
junto al trigo, se deja crecer junto trigo.. pero ocurre que cuando ya es
fuerte ahoga el buen fruto, porque le ha chupado la savia, le ha debilitado la
raíz.
La peor cizaña hoy es la indiferencia: no
somos ni buenos ni malos... la mediocridad nos chupa las buenas actitudes, el
deseo de mejorar y de hacer el bien. Y podemos sorprendernos a nosotros mismos,
dando frutos aberrantes, que me dañan y dañan a la comunidad humana.
Hay que estar atentos. El Sembrador ha
sembrado en mi buena semilla, y yo debo impedir que en mi corazón prenda
también, camuflada, la cizaña.
Alfonso
Crespo Hidalgo
En aquel
tiempo, dijo Jesús a los judíos:
51 — Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que come de este
pan vivirá para siempre.
Y el pan
que yo daré es mi carne para la vida del mundo.
52Disputaban entonces los judíos entre sí:
—¿Cómo
puede éste darnos a comer su carne?
53Entonces Jesús les dijo:
—Os
aseguro que si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su
sangre no tenéis vida en vosotros.
54El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo
resucitaré en el último día.
55Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida.
56El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.
57El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo
modo, el que me come vivirá por mí.
58Este es el pan que ha bajado del cielo; no como el de vuestros
padres, que lo comieron y murieron: el que come este pan vivirá para siempre.
El que come de este pan vivirá para
siempre
Uno de los hechos sociológicos más
significativos de estos años y que más impacto tendrán en el futuro de Europa
es, sin duda, el «distanciamiento religioso».
Un número de personas cada vez mayor
se va distanciando de la experiencia religiosa que anteriormente había vivido.
¿Cómo se está produciendo este
fenómeno que algunos llaman «revolución silenciosa»? ¿Qué sucede en esas
personas que van abandonando la fe?
Sin duda, el itinerario de cada
persona es único, pero los estudios que se vienen realizando permiten describir
algunas etapas fundamentales de ese distanciamiento.
1º-Por lo general, todo comienza con el abandono de la
asistencia regular a la misa dominical. Las razones que se dan son de todo
tipo. De hecho, se abandona la práctica habitual. La persona sigue afirmando «soy
creyente, pero no practicante».
2º-Esta situación va evolucionando hacia un alejamiento
progresivo de la Iglesia. El no practicante se siente cada vez menos integrado
en la comunidad cristiana. Pierde el contacto. Mira a la Iglesia cada vez más
desde fuera. Es fácil entonces decir: «Creo en Jesucristo, pero no en la
Iglesia.»
3º-Sin embargo, poco a poco, la persona va perdiendo el
«sentido cristiano» de la vida. Su experiencia religiosa se va disolviendo. La
fe no es reactualizada. El individuo se organiza su vida desde sus propias
opciones e intereses. «Yo no hago daño a nadie. ¿Para qué necesito algo más?»
En este momento se puede llegar ya a
perder la fe en sentido estricto. La persona olvida totalmente a Jesucristo.
Cada vez le resulta más extraño rezar. Ya no hay comunicación con un Dios
personal. Cuando se le pregunta, la persona titubea: «No sé si creo o no. Tal
vez, haya algo.»
En muchos puede seguir creciendo la
indiferencia religiosa y la apatía. Dios no interesa ya ni como planteamiento.
La persona vive en un «ateísmo práctico». El proceso ha terminado.
. Está claro que no se puede
identificar el abandono de la práctica religiosa con la increencia. Pero, de
hecho, quien abandona la misa dominical da un paso decisivo hacia el deterioro
y la pérdida progresiva de su fe.
La fiesta del «Corpus» o fiesta de
la Eucaristía nos recuerda una experiencia elementa:
Quien no alimenta su fe, la va
perdiendo.
Quien no se encuentra nunca con
otros creyentes para recordar el Evangelio, orar a Dios y reavivar su espíritu,
terminará vaciando su vida de fe.
(Equipo de Liturgia de S. Vicente de
Abando. Bilbao)
16 En aquel tiempo dijo Jesús a
Nicodemo:
Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para
que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna.
17 Porque Dios no mandó a su Hijo al
mundo para condenar al mundo,
sino para que el mundo se salve por él.
18 El
que cree en él, no será condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el
nombre del Hijo único de Dios.
Comentario
Cerrado ya el ciclo de la
celebración pascual, la liturgia nos propone hoy la contemplación gozosa del
misterio íntimo de Dios que se nos ha revelado en Jesucristo.
El Dios que nos revela
Jesucristo es un Dios de amor, que ha llegado a implicarse en nuestro mundo y
nuestra historia a través de su hijo Jesús.
El mensaje de esta fiesta es
un canto al amor y amor compartido. Las tres lecturas hablan del Dios-Amor: “Dios
compasivo y misericordioso, rico en clemencia y lealtad: Dios del amor”; “el
amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo”; “tanto amó Dios al mundo.”
Nuestro Dios no
es un Dios solitario.
Dios es amor y por eso es solidario, es familia, comunidad, don de sí. Es Padre,
fuente fecunda. Es Hijo, palabra hecha carne, amor cercano
y fraternal. Es Espíritu, amor hecho abrazo. Todo lo cual le hace
exclamar a San Pablo:”el
amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones”.
¿Cómo ver este misterio de
Dios desde otra perspectiva que no sea la del amor?. Igual que el misterio del
hombre “creado a imagen y semejanza de Dios”. Por eso el ser humano no puede
ser un ser solitario sino que necesita el encuentro con un tú,
creando entonces, misteriosamente, una realidad nueva, un nosotros
que, sin embargo, los va haciendo más uno.
Nuestra vocación es vivir
trinitariamente: en solidaridad, completándonos, compenetrándonos, llegando a
tener un solo corazón y una sola alma, respetando y creciendo en la diversidad.
19 Al anochecer de aquel
día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa con las
puertas cerradas, por miedo a los judíos.
—
Paz a vosotros.
20 Y diciendo esto, les
enseñó las manos y el costado.
Y
los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.
21 Jesús repitió:
—
Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.
22 Y dicho esto exhaló su
aliento sobre ellos y les dijo:
—
Recibid el Espíritu Santo;
23 a quienes les perdonéis
los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan
retenidos.
C
o m e n t a r i o
El
pequeño grupo de discípulos se encontraban atemorizado, desanimado, después de
la tragedia de la crucifixión y muerte de Jesús, “con las puertas cerradas por
miedo a los judíos.”
En
el evangelio Jesús resucitado les comunica cuatro dones fundamentales:
la Paz, el gozo, la misión, y el Espíritu Santo. Los dones pascuales por
excelencia son la paz y el gozo, que no son dados para el goce egoísta y
exclusivo, sino para que se traduzcan en misión universal. Una única misión:
la que el Hijo ha recibido del Padre ahora se vuelve también misión de la
Iglesia para la cual el Señor dona su Espíritu. Jesús, como Yahvé cuando creó
al hombre (en Gen 2,7) o como Ezequiel que invoca el viento de vida sobre los
huesos secos (en Ez 37), “sopló sobre ellos”.
Con el don del Espíritu el Señor
Resucitado inicia un mundo nuevo, y con el envío de los discípulos comienza un
nuevo Israel que cree en Cristo y testimonia la verdad de la resurrección. Como
“hombres nuevos”, llenos del aliento del Espíritu, los discípulos deberán
continuar la misión del “Cordero que quita el pecado del mundo”: la renovación
de la humanidad como nueva obra creadora en virtud del poder vivificante del
Resucitado.
Muchísimos
cristianos de a pie se sienten satisfechos con ser servidos en sus
sentimientos, en sus “necesidades religiosas”... Pero ser cristiano es
comprometerse para mejorar el mundo dando testimonio del amor de Dios. Hemos
recibido el Espíritu para llevar a cabo la misión de Jesús, no para ser servido
y ser tranquilizado.
16 En aquel tiempo, los once
discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado.
17 Al verlo ellos se
postraron, pero algunos vacilaban.
18-20a Acercándose a ellos, Jesús
les dijo:
Se me
ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra.
Id y haced discípulos de todos los pueblos
bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; y
enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.
20b Y sabed que yo estoy con
vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.
Comentario
El evangelio
(Mt 28, 16-20) refiere la aparición pascual en Galilea con la que concluye el
evangelio de Mateo, estructurada en tres partes: “la presentación de
Cristo”, “la misión “y “la promesa de la presencia del Señor hasta el
final de los tiempos”. El escenario es un “monte”, símbolo bíblico
que evoca un espacio privilegiado en el que Dios se ha revelado en la primera
alianza (cf. Ex 19; 1 Re 19).
La
presentación de Jesús. Se trata de una solemne
declaración sobre su señorío absoluto sobre el cielo y la tierra: “Me ha sido
dado todo poder en el cielo y en la tierra” (Mt 28, 18). ”). Jesús Resucitado
es Señor de cielo y tierra, con el poder mesiánico para transformar la historia
humana y llevarla a la plenitud de Dios.
La misión. Jesús ordena a los
discípulos: “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en
el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a observar
todo lo que yo os he mandado” (Mt 28,19-20). La misión de la iglesia aparece
sin ningún tipo de límites ni restricciones, destinada a alcanzar a todos los
hombres de la tierra.
La presencia de Jesús.
Es la última palabra de Jesús en el evangelio de Mateo. Una promesa que es
fuente de confianza y de esperanza para los discípulos. En el Antiguo
Testamento, la frase: “yo estaré contigo”, o “yo estaré con vosotros”, expresa
la garantía de una presencia salvadora y activa de Dios en favor de sus
elegidos o de su pueblo (cf. Ex 3,12; Jer 1,8; Is 41,10; 43,5). Jesús,
constituido como Señor universal mediante la resurrección, lleva a plenitud
esta presencia salvadora de Dios. El es “Dios–con–nosotros”. La eficacia de la
misión y la autoridad de la enseñanza de los apóstoles se funda en esta
presencia de Jesús. Esta síntesis final del evangelio de Mateo y de la fe de la
iglesia nos ofrece el sentido profundo del misterio de la Ascensión del Señor.
Los cristianos tenemos una palabra de esperanza para ofrecer a la humanidad y
una misión liberadora que realizar en favor de los hombres.
Y
una pregunta para pensar.
¿Cómo estás cumpliendo el mandato de Jesús de “anunciarle”
en tu casa, en tu trabajo, en tu profesión, en tu familia...?.
Atrévete
a darte una respuesta
En
aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
15 Si
me amáis, guardaréis mis mandamientos. Yo le pediré al Padre que os dé otro
Defensor que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad.
El mundo no puede recibirlo porque no
lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis porque vive con vosotros y
está con vosotros.
18 No
os dejaré desamparados, volveré. Dentro de poco el mundo no me verá, pero
vosotros me veréis, y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que
yo estoy con mi Padre, vosotros conmigo y yo con vosotros.
21 El que acepta mis mandamientos y los
guardas, ese me ama; al que me ama, lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y
me revelaré a él.
Comentario
Jesús se presenta como un padre de familia,
del cual son hijos los discípulos: “No os dejaré huérfanos, volveré a vosotros”
(Jn 14,18). Era una forma corriente de trato entre los rabinos y sus
discípulos. El regreso del que habla Jesús es, en primer lugar, la
resurrección. A través de la presencia pascual, permanente y cercana, los
discípulos no serán nunca huérfanos. Después de la experiencia pascual, en
efecto, “el mundo no me verá, pero vosotros sí me veréis, porque yo vivo y
también vosotros viviréis” (v. 19). El mundo no podrá ver a Jesús porque su
presencia vivificante solamente se experimenta por medio de la fe. Los
discípulos, en cambio, verán nuevamente a Jesús porque continuará viviendo y
será el fundamento de la nueva vida de fe de los creyentes. “
Jesús estará con los suyos, cohabitará con
ellos de distintas formas:
Estará en medio de ellos si ponen en
práctica sus mandamientos. El signo más evidente de que aman a Jesús será el
amor.
Jesús estará con los suyos a través del
Espíritu. Este le recordará su enseñanza, les consolará, les ayudara en las
persecuciones...
Jesús promete volver El mismo .Será el
momento en que se hará presente para siempre.
Esto es
formidable, amigos,
¡No estamos solos!.
1-4
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
— No perdáis la calma, creed en Dios y creed
también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias si no, os lo había
dicho, y me voy a prepararos sitio.
Cuando vaya y os prepare sitio volveré y os
llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros. Y adonde yo
voy, ya sabéis el camino.
5-7
Tomás le dice:
— Señor, no sabemos adónde vas.
¿Cómo podemos saber el camino?
Jesús le responde:
— Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie
va al Padre sino por mí.
Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi
Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto.
8-12
Felipe le dice: — Señor, muéstranos al Padre y nos basta.
Jesús le replica:
— Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me
conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú:
«Muéstranos al Padre?» ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí? Lo
que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él
mismo hace las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. Os lo
aseguro: el que cree en mí, también el hará las obras que yo hago, y aun
mayores. Porque yo me voy al Padre.
COMENTARIO
CAMINO, VERDAD Y VIDA
“Caminante,
no hay camino; se hace camino al andar”. Todo el mundo repite este verso de Machado. Pero
hoy podemos decir que esas palabras del gran poeta fallan por alguna parte.
Porque camino, si lo hay.
Se quiere
señalar con esos versos que en la vida hay que improvisar sendas, que no hay
que pararse, que hace falta la imaginación. Pero no es verdad que no hay
camino, porque Jesús es el camino. En ese sentido, vivimos más seguros de lo
que afirma el poeta. Y sólo hace falta seguir a Jesús para llegar a la meta.
Los amigos de
Jesús andaban ansiosos, como si no hubiera senda. Entonces El les para y les
dice tranquilo: “No perdáis la calma. Yo soy el camino, la verdad y la vida”.
¡todo lo que nosotros necesitamos y buscamos!:
- Se nos ofrecen multitud de caminos para andar por la vida. Y Jesús afirma que es nuestro camino.
- Se nos ofrecen demasiadas mentiras como solución a nuestros problemas. Y Jesús se nos presenta como la verdad para nosotros.
- Se nos ofrecen muy variadas formas de vida que nos llenarán de felicidad. Y Jesús se presenta como verdadera vida.
La
historia de la Humanidad, a través de los siglos, le da la razón. Jesús es
camino porque es la verdad y otorga la vida. Quien edifique sobre esta
"piedra angular", llegará a plenitud. Pero quien la rechace, se
estrellará y será su ruina.
En nuestra existencia seguimos muchos
caminos, tenemos muchas verdades, y buscamos la vida en muchas partes; sin
embargo Jesús se proclama como el único camino, la única verdad y la única
vida.
¿Qué
camino sigo yo para encontrar la vida de verdad?
1-5 Os aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las
ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido; pero el que
entra por la puerta es pastor de las ovejas.
A éste le abre el guarda y las ovejas
atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca
fuera. Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas
lo siguen, porque conocen su voz: a un extraño no lo seguirán, sino que huirán
de él, porque no conocen la voz de los extraños.
6-10 Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué
les hablaba. Por eso añadió Jesús: Os aseguro que yo soy la puerta de las
ovejas.
Todos los que han venido antes de mí
son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta:
quien entre por mí sé salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El
ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que
tengan vida y la tengan abundante.
Comentario
Como cada año, en el Cuarto domingo de Pascua, recordamos a Cristo Buen Pastor.
El
evangelio (Jn 10,1-10) nos introduce hoy en el rico tema bíblico del
"pastor", imagen que evoca al Dios del éxodo que acompaña a su
pueblo, al Dios providente y cercano del Salmo 22, al Mesías como verdadero
pastor de su pueblo en contraposición con los jefes corruptos de Israel, etc
El
Buen Pastor, Jesús, como pastor y guardián de nuestras vidas. Lo sabemos
caminante a nuestro lado, como con los discípulos de Emaús. Porque es pastor
junto a nosotros, nada nos falta, lo tenemos todo. Más tarde, lo dirá de
forma bella una andariega castellana: Quien a Dios tiene, nada le falta, sólo
Dios basta. La búsqueda inquieta de cosas, el tener insatisfecho, son
signos de que Dios no está presente, de que no es El quien llena nuestra vida.
El
nos conduce por el camino con su Palabra. Ella es luz en las tinieblas,
seguridad en la senda, descanso en la fatiga. Y nos lleva de la mano hasta la
Mesa. Allí está preparado el alimento y la copa.
Jesús
Resucitado es el Pastor definitivo de nuestras vidas y de toda nuestra
historia. Y ha querido necesitar de nosotros para conducir a los hombres hacia
los pastos de la vida; por esto es hoy la Jornada de Oración por las
vocaciones. Sabemos que sólo desde la oración podrá haber
vocaciones.
Que
haya siempre en nuestros labios una oración por las vocaciones, y ,¿por qué
no?, también por nuestros pastores.
13-24 Dos
discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a
una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando
todo lo que había sucedido.
Mientras conversaban y discutían,
Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran
capaces de reconocerlo.
El les dijo: — ¿Qué conversación es
esa que traéis mientras vais de camino?
Ellos se detuvieron preocupados. Y
uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó:
— ¿Eres tú el único forastero en
Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos días?
El
les preguntó: — ¿Qué?
Ellos
le contestaron:
— Lo de Jesús el Nazareno, que fue un
profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y todo el pueblo; cómo lo
entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a
muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro
liberador de Israel. Y ya ves, hace dos días que sucedió esto. Es verdad que
algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues fueron muy de
mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían
visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos
de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho
las mujeres; pero a él no le vieron.
25-27 Entonces
Jesús les dijo: — ¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas!
¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?
Y comenzando por Moisés y siguiendo por
los profetas les explicó lo que se refería a él en toda la
Escritura.
28-32 Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir
adelante, pero ellos le apremiaron diciendo: — Quédate con nosotros porque
atardece y el día va de caída.
Y entró para quedarse con ellos. Sentado
a la mesa con ellos tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio.
A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció.
Ellos comentaron: — ¿No ardía nuestro
corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?
33-35 Y
levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a
los once con sus compañeros, que estaban diciendo: — Era verdad, ha resucitado
el Señor y se ha aparecido a Simón.
Y ellos contaron lo que les había
pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
C 0 M E N T A R I O
Lucas, con el relato
de Emaús, nos detalla los caminos del encuentro con el Resucitado.
Emaús dice que en nuestra ruta de desencanto, de huida, de
desesperanza, se hace presente Jesús, se interesa por nuestras dudas y
esperanzas.
Emaús es el momento de la catequesis, la hora de explicarnos
la Escritura y su relación con la vida, la hora de hacernos ver que el
sufrimiento puede ayudar a madurar y ser redentor.
Emaús es el signo de acoger al forastero, de partir el pan,
de aprender a partirse y repartirse, de aceptar que los ojos nos sean abiertos.
Emaús es también el encuentro, el lanzamiento hacia la fe y
el compromiso. Porque cada vez que reconocemos al Señor en nuestros Emaús,
no podemos callar lo que hemos visto y experimentado.
Aquellos
dos discípulos, tristes y desesperanzados, se encontraron con aquel caminante,
que les dio sentido, de nuevo, a sus vidas.
Fíjate en estos pasos:
ENCUENTRO:
Es una suerte encontrarse con Jesús. Nosotros lo podemos encontrar en nuestros
hermanos. Si no nos abrimos a ellos, no le encontraremos jamás a El.
LAS
ESCRITURAS: Cuando leemos la Palabra de Dios, ya estamos en buen camino para
volver a encontrar a Jesús
EL
PAN: Es imagen de la Eucaristía, La misa de los domingos no es ningún lujo para
nosotros. Es una necesidad. Quienes la dejan, olvidan a Jesús. Es una lástima.
19 Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los
discípulos en una casa con las puertas cerradas, por miedo a los judíos.
Y en esto entró Jesús, se puso en
medio y les dijo:
— Paz a vosotros.
20 Y diciendo esto, les enseñó las
manos y el costado.
Y los discípulos se llenaron de
alegría al ver al Señor.
21 Jesús repitió:
— Paz a vosotros. Como el Padre me ha
enviado, así también os envío yo.
22 Y dicho esto exhaló su aliento sobre
ellos y les dijo:
— Recibid el Espíritu Santo; 23 a quienes les perdonéis los pecados,
les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.
24 Tomás, uno de los doce, llamado El Mellizo, no estaba con ellos
cuando vino Jesús.
Y los otros discípulos le decían:
—Hemos visto al Señor.
25 Pero él los contestó:
—Si no veo en sus manos la señal de
los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en
su costado, no lo creo.
26 A los ocho días estaban otra vez
dentro los discípulos
Y Tomás con ellos. Llegó Jesús,
estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
— Paz a vosotros.
27 Luego dijo a Tomás:
—Trae tu dedo, aquí tienes mis manos;
trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.
28 Contestó Tomás:
— ¡Señor mío y Dios mío!
29 Jesús le dijo:
— ¿Porque me has visto has creído? Dichosos
los que crean sin haber visto.
30 Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo
Jesús a la vista de los discípulos.
31 Estos se han escrito para que creáis
que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en
su Nombre.
COMENTARIO
Jesús ha resucitado. Pero los discípulos seguían heridos
de muerte. El evangelio nos habla de algunas de esas heridas. Les atenazaba la
desilusión y la desesperanza, porque todo se había quemado junto a la cruz. Les
hacía más débiles la desunión: tras la muerte de Jesús sólo les unía su
sentimiento de fracaso. Ante todo su gran herida era la duda y la falta de fe:
habían seguido al Mesías pero no le habían entendido.
Jesús, entonces, se deja ver ante ellos y se contagian de
resurrección. Las puertas se abren, las esperanzas se renuevan, les llega la
paz y se llenan de alegría. El Señor, además, les mete la Pascua por dentro:
“Recibid el Espíritu Santo”. Porque son personas nuevas pueden vivir en la
nueva era del perdón, de la comunión. Es la estampa que ofrece, de las primeras
comunidades, el libro de los Hechos de los Apóstoles
Podemos preguntarnos si el encuentro con Jesús en su
Palabra y en el altar nos contagia de resurrección, de Espíritu Santo, de
fraternidad.
Reflexión
Lo que Jesús fue, lo que Jesús supuso: todo ello sigue
teniendo realidad visible a través de los discípulos de Jesús. He aquí el carné
de identidad del cristiano.
En este sentido, el reto de Tomás (si no veo, no creo)
está ahora en el tejado del discípulo. Puede que haya gente que no crea por no
ver discípulos de Jesús dignos de tal nombre.
En otro orden de cosas, resulta enormemente
tranquilizador para el discípulo de hoy el constatar que los que conocieron y convivieron
con Jesús fueron creyentes, pero no crédulos. Nuestro creer hoy en Jesús tiene
un sólido fundamento gracias a ellos.
Y para terminar, otra pregunta: ¿hemos leído el cuarto
evangelio? Su autor lo ha escrito para que, con su lectura, creamos que Jesús
es el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengamos vida por medio de él.