sábado, 22 de septiembre de 2018

2.- HOJA PARROQUIAL

Situémonos

“¿Quien es el más importante?”

           El justo es la acusación serena y más intolerable de la injusticia del mundo. Los impíos le ponen a prueba, para ver si se mantiene; y ponen a prueba a Dios, para ver si se ocupa de él. Es la reacción ante su reto (Sabiduría 2,17-20).
      El justo se ve reforzado por Dios: “El Señor sostiene mi vida” (Sal 53,3-4. 5. 6. 8).
      Mientras Jesús habla de su sufrimiento, los discípulos discuten quién será el primero. Es vergonzoso ver a Jesús acompañado de discípulos llenos de ambiciones. En casa, Jesús les enseña: "Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos". La verdadera grandeza consiste en servir. Les pone un ejemplo gráfico: un niño, símbolo de las personas débiles, necesitados de apoyo, defensa y acogida (Marcos 9,29-36).
      Santiago nos exhorta a vivir en paz, lejos de codicias y ambiciones (Santiago 3,16-4,3).



Meditemos

«Quien quiera ser el primero,
que sea el servidor de todos»

           Mientras camina hacia Jerusalén, Jesús sigue su instrucción.
           Aunque no entienden, no preguntan por miedo a lo que pueda exigir; prefieren ignorar lo que puede comprometer.
           Jesús pregunta a los discípulos cuando llegan a casa y están más a gusto, porque con él nos sentimos bien para dialogar y profundizar,  para reflexionar, para dejarnos interpelar, para orar... ¿Cuál es mi respuesta cuando Jesús me pregunta: de qué hablas?, ¿cuáles son tus proyectos y tus anhelos?, ¿ a qué dedicas tu tiempo, tu energía, tu ilusión?
           Las preocupaciones del Maestro y de los discípulos no coinciden.  Jesús habla de servicio y los discípulos de poder. El Maestro es para ellos una oportunidad de medrar, no de servir.
           La situación retrata a las comunidades cristianas que ya se preocupaban por el prestigio, por el poder... Preocupaciones que, siendo actuales, suponen una profunda perversión del mensaje de Jesús. La marca de sus seguidores y seguidoras es ser “el último y el servidor de todos”.
           Se es grande y se transforma no cuando se ocupa un puesto relevante, sino cuando en la vida se hace sitio para quien no tiene grandeza según el mundo. Quien sirve a quienes son “inservibles” para la sociedad, nunca se equivoca.
           En la sociedad y cultura de aquel tiempo, el niño era “nadie”.  Para Jesús es modelo de humildad radical, de asombro, fascinación y alegría. Jesús reconoció en los niños la confianza total e incondicional que él tenía en Abbá. Además de lo pequeño, indefenso y socialmente irrelevante, el niño también representa lo entrañable, puro y abierto a la esperanza de un futuro nuevo y mejor.



Pensemos

“Ni por un millón de dólares”

           Un periodista quiso hacer un reportaje sobre Teresa de Calcuta.
         Fue al convento donde vivía y llamó a la puerta. Una hermana abrió, mientras decía:
- Ave, María purísima.
         El periodista no sabía qué contestar. Como su trabajo le haría compartir la vida de las hermanas, le preguntó:
- Perdone, hermana, no sé responder a su saludo. ¿me podría decir cómo se contesta?
         La hermana le respondió:
- Se dice sin pecado concebida.
         El periodista le dijo que deseaba hablar con la madre Teresa. La hermana se perdió por los pasillos, buscando a la madre. Tras un tiempo que a él le pareció un siglo, apareció la madre con su habitual sonrisa:
- Ave, María purísima.
- Sin pecado concebida, respondió el periodista.
         La madre se quedó perpleja ante la respuesta, pero se dijo que debía ser un hombre religioso. El periodista expuso a la madre su deseo de hacer un reportaje sobre su vida. La madre le contestó:
- Haga el reportaje sobre la vida de la comunidad, yo no aceptaré ningún protagonismo en él.
         Un día, mientras la madre curaba a un enfermo en un estado verdaderamente repugnante, él le dijo:
- Yo no haría esto ni por un millón de dólares.
- Por un millón de dólares tampoco yo lo haría, respondió la madre, mientras seguía curando al enfermo.

¿Por qué o por quién o quiénes lo hace la madre Teresa?


Abramos el corazón

“Quiero ser importante, Señor,”

olvidándome de mí, para que otros puedan crecer y vivir dignamente;
entregándome con generosidad,
sintiéndome agraciado de ser el último;
dándome, a riesgo de ser ridiculizado,
en la defensa de las causas que se dan por perdidas.
Quiero ser importante, Señor,
pero como Tú lo fuiste:
amando sin desmayo, sin tregua ni límite,
aportando a este mundo un poco de fe y de esperanza,
sabiendo  que tu presencia es garantía de que lo pequeño
es esencial para entrar por las puertas del cielo.
Quiero ser importante, Señor,
pero no con la medida del mundo;
que aprenda, oh Jesús, a invertir tiempo, sudor y esfuerzo
en lo que aparentemente no produce fruto:
en el campo que, por ser duro y árido,
nadie quiere ofrecer sus pies ni sus manos;
en los rostros que, porque reclaman justicia,
son desterrados y dejados de lado.
Quiero ser importante, Señor,
a tu estilo y con tu mano,
poniendo valor donde abunde la debilidad;
colocando tu Palabra donde reine la confusión;
llevando tu persona donde nos sometan otros dioses;
anunciando tu venida donde otros proclamen el vacío.
¡SÍ! ¡ASÍ, SEÑOR! ASI DE IMPORTANTE YO QUIERA SER,
al contrario de lo que el mundo pretende;
como un niño en tus manos;
como el evangelio, de día y de noche, me recuerda y me dice.
Javier Leoz

 





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