“¿Quien es el más importante?”
El justo es la acusación serena y más
intolerable de la injusticia del mundo. Los impíos le ponen a prueba, para ver
si se mantiene; y ponen a prueba a Dios, para ver si se ocupa de él. Es la
reacción ante su reto (Sabiduría 2,17-20).
El
justo se ve reforzado por Dios: “El Señor sostiene mi vida” (Sal 53,3-4. 5. 6.
8).
Mientras
Jesús habla de su sufrimiento, los discípulos discuten quién será el primero.
Es vergonzoso ver a Jesús acompañado de discípulos llenos de ambiciones. En
casa, Jesús les enseña: "Quien quiera ser el primero, que sea el último de
todos y el servidor de todos". La verdadera grandeza consiste en servir.
Les pone un ejemplo gráfico: un niño, símbolo de las personas débiles,
necesitados de apoyo, defensa y acogida (Marcos 9,29-36).
Santiago nos exhorta a vivir en paz, lejos
de codicias y ambiciones (Santiago 3,16-4,3).
«Quien quiera ser el
primero,
que sea el servidor
de todos»
Mientras camina hacia Jerusalén, Jesús
sigue su instrucción.
Aunque no entienden, no preguntan por miedo a lo que pueda
exigir; prefieren ignorar lo que puede comprometer.
Jesús pregunta a los discípulos cuando llegan a casa y
están más a gusto, porque con él nos sentimos bien para dialogar y
profundizar, para reflexionar, para
dejarnos interpelar, para orar... ¿Cuál es mi respuesta cuando Jesús me
pregunta: de qué hablas?, ¿cuáles son tus proyectos y tus anhelos?, ¿ a qué
dedicas tu tiempo, tu energía, tu ilusión?
Las preocupaciones del Maestro y de los discípulos no
coinciden. Jesús habla de servicio y los
discípulos de poder. El Maestro es para ellos una oportunidad de medrar, no de
servir.
La situación retrata a las comunidades cristianas que ya
se preocupaban por el prestigio, por el poder... Preocupaciones que, siendo
actuales, suponen una profunda perversión del mensaje de Jesús. La marca de sus
seguidores y seguidoras es ser “el último y el servidor de todos”.
Se es grande y se transforma no cuando se ocupa un puesto
relevante, sino cuando en la vida se hace sitio para quien no tiene grandeza
según el mundo. Quien sirve a quienes son “inservibles” para la sociedad, nunca
se equivoca.
En la sociedad y cultura de aquel tiempo, el niño era
“nadie”. Para Jesús es modelo de
humildad radical, de asombro, fascinación y alegría. Jesús reconoció en los
niños la confianza total e incondicional que él tenía en Abbá. Además de lo
pequeño, indefenso y socialmente irrelevante, el niño también representa lo
entrañable, puro y abierto a la esperanza de un futuro nuevo y mejor.
“Ni por un millón de dólares”
Un
periodista quiso hacer un reportaje sobre Teresa de Calcuta.
Fue al convento donde
vivía y llamó a la puerta. Una hermana abrió, mientras decía:
- Ave, María purísima.
El periodista no
sabía qué contestar. Como su trabajo le haría compartir la vida de las
hermanas, le preguntó:
- Perdone, hermana, no sé responder a su saludo. ¿me podría decir cómo
se contesta?
La hermana le
respondió:
- Se dice sin pecado concebida.
El periodista le dijo
que deseaba hablar con la madre Teresa. La hermana se perdió por los pasillos,
buscando a la madre. Tras un tiempo que a él le pareció un siglo, apareció la madre
con su habitual sonrisa:
- Ave, María purísima.
- Sin pecado concebida, respondió el periodista.
La madre se quedó
perpleja ante la respuesta, pero se dijo que debía ser un hombre religioso. El
periodista expuso a la madre su deseo de hacer un reportaje sobre su vida. La
madre le contestó:
- Haga el reportaje sobre la vida de la comunidad, yo no aceptaré
ningún protagonismo en él.
Un día, mientras la
madre curaba a un enfermo en un estado verdaderamente repugnante, él le dijo:
- Yo no haría esto ni por un millón de dólares.
- Por un millón de dólares tampoco yo lo haría, respondió la madre,
mientras seguía curando al enfermo.
¿Por qué o por quién o quiénes lo hace la
madre Teresa?
“Quiero ser importante, Señor,”
olvidándome
de mí, para que otros puedan crecer y vivir dignamente;
entregándome
con generosidad,
sintiéndome
agraciado de ser el último;
dándome,
a riesgo de ser ridiculizado,
en la
defensa de las causas que se dan por perdidas.
Quiero
ser importante, Señor,
pero como
Tú lo fuiste:
amando
sin desmayo, sin tregua ni límite,
aportando
a este mundo un poco de fe y de esperanza,
sabiendo que tu presencia es garantía de que lo
pequeño
es
esencial para entrar por las puertas del cielo.
Quiero
ser importante, Señor,
pero no
con la medida del mundo;
que
aprenda, oh Jesús, a invertir tiempo, sudor y esfuerzo
en lo que
aparentemente no produce fruto:
en el
campo que, por ser duro y árido,
nadie
quiere ofrecer sus pies ni sus manos;
en los
rostros que, porque reclaman justicia,
son
desterrados y dejados de lado.
Quiero
ser importante, Señor,
a tu
estilo y con tu mano,
poniendo
valor donde abunde la debilidad;
colocando
tu Palabra donde reine la confusión;
llevando tu
persona donde nos sometan otros dioses;
anunciando
tu venida donde otros proclamen el vacío.
¡SÍ!
¡ASÍ, SEÑOR! ASI DE IMPORTANTE YO QUIERA SER,
al
contrario de lo que el mundo pretende;
como un
niño en tus manos;
como el
evangelio, de día y de noche, me recuerda y me dice.
Javier
Leoz
LAS ANTERIORES EN:
No hay comentarios:
Publicar un comentario