lunes, 15 de abril de 2024

2.- AGENDA PARROQUIAL


FIESTA EN LA PARROQUIA DE SAN JOSÉ, de Mérida 




    Si hace unos días, el 13 de enero, era una fiesta diocesana al ordenarse tres jóvenes diáconos como presbíteros, este domingo, 21 de enero, fue una fiesta para nuestra parroquia de San José de Mérida, pues, uno de esos jóvenes, Iván Martínez Gómez, natural de Olivenza, celebraba su primera misa aquí, entre nosotros. Había llegado como diácono y, este domingo, pronunciaba por primera, entre nosotros, las palabras consagratorias para traernos a Jesús al altar.


    La celebración fue muy emotiva, el nuevo presbítero pronunció una hermosa homilía testimonial. Nos habló de su, no fácil, camino hasta llagar al sacerdocio, dejó los estudios, trabajo como pintor de brocha gorda, se apartó de la Iglesia y de Dios, “si me hubieran dicho, dijo, hace unos años que hoy hubiera estado aquí celebrando la misa, hubiera contestado, tú estás loco”, pues no estaba tan loco, y, después de un largo camino, apartado de todo, por el testimonio de una amigo que le habló del Dios amor, retorno el camino de regreso hasta volver a la casa del Padre y recibir su gran abrazo. Entró en el seminario y, después de un discernimiento, el sábado 13, se ordenaba junto a Javier y Kevin.

    El párroco, D. Rafael Navarrete, le daba, aunque ya lo hizo cuando llegó de diácono, una fraternal acogida y le habló, citando al Papa Francisco, de las cuatro cercanías que debe cultivar para que su vocación llegue a buen puerto: Dios, su Obispo, los hermanos presbíteros y el pueblo que, no es 

impedimento, sino todo lo contrario, necesario para llegar a ser santo, pues, le dijo “no puedes olvidar que te has ordenado no para ti, sino para aquellos a los que Dios, a través tu Obispo, te encomienda. Eres sacerdote para los demás”.

También dio las gracias a los feligreses por la gran acogida que le habían dado y les pidió oración por el nuevo sacerdote y añadió: “os doy la enhorabuena, Dios nos ha regalado un joven sacerdote. Aprovecharos”. Al terminar la Eucaristía, se comparto un ágape en los salones parroquiales,

   




PRIMERA MISA DE  IVÁN EN SU LOCALIDAD  OLIVENZA









 

 Intervención del Papa Francisco en la

18 Congregación General en la Asamblea Sinodal

 

"El clericalismo es una forma de mundanidad que daña al pueblo fiel de Dios"

    Me gusta pensar la Iglesia como pueblo fiel de Dios, santo y pecador, pueblo convocado y llamado con la fuerza de las bienaventuranzas y de Mateo 25.

 


   Jesús, para su Iglesia, no asumió ninguno de los esquemas políticos de su tiempo: ni fariseos, ni saduceos, ni esenios, ni zelotes. Ninguna “corporación cerrada”; simplemente retoma la tradición de Israel: “tú serás mi pueblo y yo seré tu Dios”.

    Me gusta pensar la Iglesia como este pueblo sencillo y humilde que camina en la presencia del Señor (el pueblo fiel de Dios). Este es el sentido religioso de nuestro pueblo fiel. Y digo pueblo fiel para no caer en los tantos enfoques y esquemas ideológicos con que es “reducida” la realidad del pueblo de Dios. Sencillamente pueblo fiel, o también, “santo pueblo fiel de Dios” en camino, santo y pecador. Y la Iglesia es ésta.

     Una de las características de este pueblo fiel es su infalibilidad; sí, es infalible in credendo. (In credendo falli nequit, dice LG 9) Infabilitas in credendo. Y lo explico así: “cuando quieras saber lo que cree la Santa Madre Iglesia, andá al Magisterio, porque él es encargado de enseñártelo, pero cuando quieras saber cómo cree la Iglesia, andá al pueblo fiel.

     Me viene a la memoria una imagen: el pueblo fiel reunido a la entrada de la Catedral de Éfeso. Dice la historia (o la leyenda) que la gente estaba a ambos lados del camino hacia la Catedral mientras los Obispos en procesión hacían su entrada, y que a coro repetían: “Madre de Dios”, pidiendo a la Jerarquía que declarase dogma esa verdad que ya ellos poseían como pueblo de Dios. (Algunos dicen que tenían palos en las manos y se los mostraban a los Obispos). No sé si es historia o leyenda, pero la imagen es válida.

     El pueblo fiel, el santo pueblo fiel de Dios, tiene alma, y porque podemos hablar del alma de un pueblo podemos hablar de una hermenéutica, de una manera de ver la realidad, de una conciencia. Nuestro pueblo fiel tiene conciencia de su dignidad, bautiza a sus hijos, entierra a sus muertos.

     Los miembros de la Jerarquía venimos de ese pueblo y hemos recibido la fe de ese pueblo, generalmente de nuestras madres y abuelas, “tu madre y tu abuela” le dice Pablo a Timoteo, una fe transmitida en dialecto femenino, como la Madre de los Macabeos que les hablaba “en dialecto” a sus hijos. Y aquí me gusta subrayar que, en el santo pueblo fiel de Dios, la fe es transmitida en dialecto, y generalmente en dialecto femenino. Esto no sólo porque la Iglesia es Madre y son precisamente las mujeres quienes mejor la reflejan; (la Iglesia es mujer) sino porque son las mujeres quienes saben esperar, saben descubrir los recursos de la Iglesia, del pueblo fiel, se arriesgan más allá del límite, quizá con miedo, pero corajudas, y en el claroscuro de un día que comienza se acercan a un sepulcro con la intuición (todavía no esperanza) de que pueda haber algo de vida.

     La mujer del santo pueblo fiel de Dios es reflejo de la Iglesia. La Iglesia es femenina, es esposa, es madre.

     Cuando los ministros se exceden en su servicio y maltratan al pueblo de Dios, desfiguran el rostro de la Iglesia con actitudes machistas y dictatoriales (basta recordar la intervención de la Hna. Liliana Franco). Es doloroso encontrar en algunos despachos parroquiales la “lista de precios” de los servicios sacramentales al modo de supermercado. O la Iglesia es el pueblo fiel de Dios en camino, santo y pecador, o termina siendo una empresa de servicios variados. Y cuando los agentes de pastoral toman este segundo camino la Iglesia se convierte en el supermercado de la salvación y los sacerdotes meros empleados de una multinacional. Es la gran derrota a la que nos lleva el clericalismo. Y esto con mucha pena y escándalo (basta ir a sastrerías eclesiásticas en Roma para ver el escándalo de sacerdotes jóvenes probándose sotanas y sombreros o albas y roquetes con encajes).

    El clericalismo es un látigo, es un azote, es una forma de mundanidad que ensucia y daña el rostro de la esposa del Señor; esclaviza al santo pueblo fiel de Dios.

    Y el pueblo de Dios, el santo pueblo fiel de Dios, sigue adelante con paciencia y humildad soportando los desprecios, maltratos, marginaciones de parte del clericalismo institucionalizado. Y, ¡con cuánta naturalidad hablamos de los príncipes de la Iglesia, o de promociones episcopales como ascensos de carrera! Los horrores del mundo, la mundanidad que maltrata al santo pueblo fiel de Dios.

 Publicado en Vatican News

25.10.2023

 

 

 Comienzo del curso del  Sector F de los Equipos de Ntra. Sra.:

    (Mérida, Montijo, Calamonte y La Zarza)

    Ayer los Equipos de Ntra. Sra. Sector F, daban comienzo su curso en la parroquia de San José de Mérida. Acogida con café y dulces. Después se presentó en curso con un vídeo y calendario y se presentó el tema de estudio de este año: LA EUCARISTÍA, FUENTE DE MISIÓN.
    A la 13,00 horas participaron en la Eucaristía Parroquial del DOMUND, y se terminó compartiendo la comida en el salón Parroquial, regresando a sus casas. Damos gracias a Dios

Los buenos curas

Este verano vino a visitarnos un amigo sacerdote, simplemente para estar un rato con nosotros y comprobar cómo estábamos. Pasamos un rato agradable en el jardín, merendando mientras charlábamos de mil y una cosas, desde acontecimientos familiares hasta el estado de la Iglesia.


Mientras le escuchaba hablar, me quedé pensando en lo asombrosos que son los buenos curas. No me refiero a las cualidades humanas, porque unos las tienen y otros no, como todo el mundo, sino a su cualidad sobrenatural de ser milagros andantes. Con su sola presencia, transforman el mundo a su alrededor. Y me refiero a los curas normales, los que simplemente hacen lo que deben hacer: esos son los curas buenos.  

Los buenos curas de parroquia tienen el carisma de la santidad cotidiana, de la familiaridad con las cosas santa que no llama la atención, pero es la columna vertebral de la Iglesia. Sin que hablen, sin que resuene su voz, a toda la tierra alcanza su pregón.  Al igual que Abraham, por donde pasan van dejando la bendición de Dios, como lo más normal del mundo. Al llegar a una casa, como mandó Cristo a sus discípulos, llevan con ellos la paz del cielo con sus palabras y su presencia. Qué hermosos sobre los montes son los pies del mensajero que trae la paz.

En ellos, por la gracia, se cumplen las palabras del Señor: el que cree en mí, hará las obras que yo hago y aún mayores. Cristo repartió los panes y los peces entre cuatro mil y después entre cinco mil hombres, pero ellos, en su nombre, reparten el Pan vivo del cielo durante años, día a día, a innumerables fieles. Cristo resucitó a Lázaro, al hijo de la viuda y a la hija de Jairo, pero ¿quién sabe a cuántos pecadores salva un sacerdote de la muerte eterna en el confesionario? En Caná, Jesús transformó el agua en vino, pero ellos convierten el vino en la Sangre preciosa del Cordero degollado, que nos libra de la muerte y del pecado. Nuestro Señor ofreció su sacrificio de una vez para siempre en el Calvario y ellos lo hacen presente y lo ofrecen al Padre una y otra vez entre nosotros, para la salvación del mundo.

Como Samuel, viven humildemente junto a la Presencia y son los guardianes del Santo de los santos. Al igual que Moisés en Refidín, alzan los brazos en oración permanente, rezando la liturgia de las horas día y noche, para que su pueblo salga triunfante en las luchas. Como San Juan Bautista, han sido llamados a disminuir para que Él crezca, hasta que quien los vea, esté viendo al mismo Cristo, al que permanecen unidos con un vínculo eterno. De sus manos nacemos para la vida eterna, cuando nos casamos son para nosotros testigos del amor de Cristo por su Iglesia, que no se puede romper, y en la enfermedad y en la muerte nos acompañan en nombre del divino Médico.


Son el don callado del Espíritu, los que nos enseñan donde están la perla preciosa y el tesoro escondido, los que predican a tiempo y a destiempo, los viñadores que acudieron a primera hora a cuidar de la viña, pero aguantando sin quejarse el calor del día y la jornada para que los demás recibiesen su misma recompensa. Son maestros que nos hablan del único Maestro y pastores que buscan a las ovejas perdidas enviados por el único Pastor.

No nos los merecemos.

¡Qué gran regalo nos hace Dios con ellos!

Bruno M.

Infocatólica

 

Misa de Acción

de Gracias a Dios

Por D. Jesús Sánchez Adalid

 


Queridos hermanos y hermanas, buenos días y bienvenidos todos a esta Eucaristía en la que, con alegría, y tristeza a la vez, compartimos con D. Jesús el haber estado con nosotros durante, casi, 9 años siendo nuestro párroco y pastor y damos gracias a Dios.

 

Corto, nos parece, ha sido este periodo, pero muy provechoso. Hemos escuchado, a través de sus palabras, el mensaje de Jesús, nos ha enseñado a valorar y a amar más la historia del Pueblo elegido que está contenida en la Biblia que es la Palabra de Dios, nos ha administrado los sacramentos, a acompañado a todos, desde los mayores a los jóvenes y niños, y con su sencillez ha sido uno más entre nosotros. Y nos ha llenado de Historia y arte con sus escritos y sus libros.


Pero, D. Jesús ha pedido el Arzobispo, realizar otra misión, gran proyecto, y éste ha tenido a bien el disponer de él para ese otro ministerio, es verdad que no muy lejos de aquí, por eso creemos que lo veremos frecuentemente, pues, además, estará como Adscrito en Santa Eulalia.

Demos, pues, gracias a Dios por el don de haber tenido entre nosotros, como Sacerdote, párroco, maestro y amigo a D. Jesús, y pedimos a Dios le conceda toda clase de parabienes. Comencemos nuestra celebración con gran alegría.

ACCIÓN DE GRACIAS:


Los fieles de esta Parroquia de San José de Mérida, hemos querido hoy reunirnos para dar gracias a Dios por el don del sacerdocio en la persona de D. Jesús. Las personas que nos hemos reunido, y otras que no han podido hacerlo, revelamos el cariño que sentimos por Ud., y lo sentimos de corazón debido a muchas cosas, pero sobre todo debido a su carácter servicial, y a su preclara inteligencia y su dote de escritor y que no le ha hecho alejarse de la gente sencilla, sino que ha sido un don de Dios que Ud. ha sabido poner a nuestro servicio. Muchas gracias, pues, D. Jesús.

¡Ojalá que, en todos los lugares por dónde vaya, lo sepan apreciar como nosotros lo hemos sabido apreciar aquí!

Y solamente nos queda, y digo nos queda porque este sentir es de todos, que pedirle al Buen Padre Dios que no se canse de predicar, a través de sus palabras y escritos, su amor a los hombres, “que reavives siempre el don de la fe y participes en los duros trabajos del Evangelio”, que le vaya bien allí donde ahora Dios, a través de nuestro Arzobispo, le ha puesto. Que nuestra madre de los Scouts le proteja en su nueva andadura, y que Dios le bendiga siempre. No se olvides de nosotros, que nosotros no nos olvidaremos de Ud. Gracias, de corazón, D. Jesús.

 

ACCIÓN DE GRACIAS Y TOMA DE POSESIÓN

DE DON RAFAEL NAVARRETE ÁLVAREZ,

 NUEVO PÁRROCO


Queridos amigos, feligreses todos: Hoy, jurídica y canónicamente, tomo (palabra que no me agrada) posesión de esta parroquia, pues prefiero, y es lo que me gustaría, que fuerais vosotros los que tomarais posesión de mí. Vengo a San José después de un largo recorrido, con fuerzas nuevas y ánimo renovado, vengo con nueva ilusión, para hacer una pastoral con nuevo ardor, nuevos métodos y expresiones, decía san Juan Pablo II hablando de la evangelización para el siglo XXI. Y vengo, como os decía, no a tomar posesión de nada sino a darme, entregarme y serviros. Vengo a querer e intentar hacer lo que Dios quiera, que siempre será, infinitamente, mejor que lo que yo quiera, y vengo, como nos ha dicho el nuevo Arzobispo Coadjutor, D. José, a conoceros a vosotros y “aunque no os conozco como quisiera, ya os amo; apenas acabo de ser nombrado y ya me siento en mi casa”.

       Agradezco a Dios los años que ha estado como párroco D. Jesús, y por la acogida que desde siempre me brindó, y le agradezco, de todo corazón que haya llenado la Parroquia de hermosura, cultura y arte, de preparadas celebraciones, pero, sobre todo, de vosotros, los feligreses, que es lo más importante que tiene cualquier parroquia. Y gracias porque os ha enseñado que lo importante es seguir a Jesús, el de Nazaret, a Cristo

Y, manteniendo todo lo que de bueno hay, os cuento algunos sueños que he tenido: Sueño, junto a vosotros, con una parroquia que, como nos presentaba el Papa Francisco en “Fratelli Tutti”, sea “sinodal” es decir que, con vosotros –Consejos de pastoral y de economía, Cáritas, Equipo de Liturgia, Catequistas y Cofradía, Scouts, jóvenes, Franciscanas Hospitalarias de Jesús Nazareno, Visitadores de enfermos y Cursillistas, RCC y ENS, y todos los que venís a celebrar a esta vuestra parroquia- vivamos, cogidos de las manos, “con una caridad que no sea una farsa, estimando a los demás, siempre, más que a uno mismo” (Rom 12,9-12), juntos.

       Sueño con una parroquia que seáis, como lo habéis sido hasta ahora conmigo, acogedora para con todos, “cariñosos unos con otros” (Rom), especialmente con los preferidos de Jesús: enfermos, ancianos, inmigrantes y pobres, niños y jóvenes, familias desestructuradas y demás necesitados. “Que no seamos descuidados en la actividad” (Rom). Que sepamos acoger y acogernos y que “no debamos a nadie más que amor”, que sea “una parroquia, decía en su presentación el nuevo Arzobispo Coadjutor hablando de la Iglesia: “samaritana, hospitalaria, a puertas abiertas, curando las heridas a tantos que yacen en el camino”, y que sepamos trasmitir el amor que, a nuestra vez, hemos recibido a manos llenas de Dios, es otras palabras, que sepamos escucharnos y acompañarnos.

       Y, finalmente, sueño con una parroquia que contagie alegría, la alegría del Evangelio, que nos miremos y miremos a los demás, con ojos de amor y de misericordia, porque hemos sido elegidos para proclamar su Evangelio, su buena nueva, y por ser buena nueva, no la podemos anunciar con amargura, acritud y malas caras, sino, todo lo contrario, con una alegría desbordante, que nos salga por todos los poros de nuestra piel, pues no podemos olvidar, lo que recordaba el Papa a los jóvenes en Lisboa, que: “antes de haber sido elegidos hemos sido amados”, esto es suficiente para estar locos de contento,  y tenemos que dar ese amor recibido a los demás, pues “al final de nuestra vida nos examinarán en el amor” (San Juan de la Cruz).


       Sé que cuento con vosotros, además, agradezco al Obispo la ayuda inestimable que me ha dado en Iván, con el que sé que cuento, un joven que, también, se ha enamorado de Jesús y que estará, como Diácono, inaugurando su ministerio entre nosotros, que Dios lo bendiga. Y, aunque más intermitentemente, con Paco Galván que se unirá en breve a nosotros.

       Antes de terminar os cuento un secreto. nunca escondido: desde que comencé mi andadura presbiteral, también, como Iván, en esta ciudad, en los Milagros y, después, en la Parroquia de Cristo Rey, al celebrar las eucaristías nombraba a San José en todas las plegarias eucarísticas, no sabéis que alegría sentí cuando, después de varios años, la Iglesia lo añadió en ellas. ¿Será un regalo del Santo el que nuestro Arzobispo D. Celso me haya mandado a su Parroquia en Mérida?

       Termino reiterándoos mi disposición a serviros, y a que toméis posesión de mí. Aquí me tenéis para lo que queráis, os agradezco vuestra acogida. Que María nos acompañe es esta nueva andadura, y Dios, nuestro Padre, os bendiga.

 

 



A MONS. MONSEÑOR JOSÉ RODRÍGUEZ CARBALLO, ARZOBISPO COADJUTOR DE MÉRIDA-BADAJOZ

 Al conocer la noticia de la elección que el Papa Francisco ha realizado en la persona de Mons. JOSÉ RODRÍGUEZ CARBALLO, ARZOBISPO COADJUTOR DE MÉRIDA-BADAJOZ, queremos expresar, en nombre de toda la PARROQUIA SAN JOSÉ DE MÉRIDA, nuestra más profunda alegría y hacerle llegar un entrañable saludo de bienvenida al nuevo pastor que viene a caminar con nosotros en la fe.


MENSAJE COMPLETO DE

 Monseñor José Rodríguez Carballo, Arzobispo coadjutor de Mérida-Badajoz

 

    A MONS. CELSO MORGA, ARZOBISPO DE MÉRIDA/BADAJOZ, A LOS PRESBÍTEROS, A LAS PERSONAS CONSAGRADAS YA LOSFIELES LAICOS DE LA IGLESIA DE MÉRIDA/BADAJOZ

    Muy queridos en el Señor: Paz y Bien

    El día 14 de septiembre, fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, se hizo público que el Papa Francisco me había nombrado Arzobispo Coadjutor de Mérida/Badajoz.

    En esta ocasión quiero que mi primera palabra entre vosotros sea una palabra de gratitud.

    Gracias al Señor de la vida que me pensó, me amó y me llamó. Gracias a mi familia por haberme mostrado el rostro amable del Padre de las misericordias y haberme educado en la fe. Gracias a la Provincia Franciscana de Santiago y a la Orden Franciscana, a las cuales pertenezco, por ayudarme a crecer en los valores que hoy dan sentido a mi existencia. Gracias a tantas personas que he encontrado en la vida y que me han sostenido, y me sostienen todavía hoy, con su cercanía y oración. Gracias al Santo Padre, el Papa Francisco, por haber sido para mí un padre, hermano y amigo en todo momento, y que, con este nombramiento, sigue manifestando su confianza en mí. Gracias a Don Celso Morga Iruzubieta por la acogida fraterna que me ha dispensado. Gracias Don Celso de todo corazón. Al mismo tiempo le renuevo mi actitud de leal y sincera colaboración. Gracias a todos vosotros~, hermanos y hermanas, amados del Señor, por acogerme como pastor y poner todos los medios para que pueda sentirme en casa.

    Desde que supe de mi nombramiento como Arzobispo Coadjutor de esta Iglesia particular que peregrina en tierras de Extremadura, no ceso de dar gracias al Señor por todos vosotros, “por la gracia que os ha sido dada en Cristo Jesús” (1Cor 1, 4), “recordándoos en mis oraciones” (Ef 1, 16).

    Con estas palabras quiero también saludar a todos: Al Sr. Arzobispo, al Sr. Vicario general y demás Vicarios, a los miembros de los Cabildos de Mérida/Badajoz, a todos los presbíteros, seminaristas, consagrados, en particular a las Hnas. Contemplativas, y a todo el pueblo santo de Dios que peregrina en nuestra Archidiócesis. A los de cerca yo los de lejos.

    Queridos hermanos y hermanas: No os conozco como quisiera y ya os amo; apenas acabo de ser nombrado y ya me siento en casa. Vuestra tierra ya la siento mía. Mi compromiso desde ahora mismo será el de conoceros más y mejor, para amaros más y mejor; el de acogeros en mi casa, en mi corazón, para sentirme, cada vez más a gusto, entre vosotros. Ayudadme a hacer realidad estos compromisos.

    Mientras acojo esta nueva llamada, que el Señor me hace a través del Papa Francisco, como una gracia, abro mi corazón al Señor de la historia con confianza y alegría, Soy bien consciente del don recibido cuando, hace más de 10 años, he sido llamado al episcopado, y también de la responsabilidad que la nueva misión comporta. Acojo esta nueva misión no sin temor y temblor, pero también con gran confianza en aquel en quien, como reza mi lema episcopal, he puesto mi confianza: “Se de quien me he fiado” (2Tim 1, 12),

    Me presento a vosotros con toda mi pobreza y a la vez con todo lo que la Providencia me ha regalado en la vida. Con mi pobreza, para que la supláis con vuestra comprensión y colaboración. Consciente de mi pobreza, tiendo mis manos mendicantes y, besándoos los pies, os suplico que me acojáis con benevolencia como hermano y pastor, necesitado de vuestra ayuda fraterna. Me presento también con los dones que el Señor, e!  gran Limosnero, me ha dado. Muchos o pocos, soy bien consciente que el Señor me los regaló para que los ponga al servicio de los demás (cf. Mt 14, 13-21; Mc 6, 41-43), como también soy bien consciente que “hay más alegría en dar que en recibir” (Hch 20, 35), y que es dando como se recibe (San Francisco).

    El carnet de identidad dice que llego a vosotros cargado de años, pero ese documento, aunque fehaciente, no puede saber que llego a vosotros cargado también de ilusión, con un gran deseo de conocer esa realidad eclesial: vuestra fe, vuestra comunión en Cristo Jesús, vuestra entrega al evangelio de nuestro Señor Jesucristo, vuestras esperanzas, vuestras preocupaciones, vuestra pasión por la humanidad que sufre. Con vosotros, también yo como Pablo con los cristianos de Roma, deseo vivamente “compartir el mutuo consuelo de la fe común: a vuestra y la mía” (Rom 1, 12).

    Llego a vosotros como ministro y siervo de todos, disposición del corazón que, en la familia franciscana a la que pertenezco, he intentado adquirir como forma de vida inspirada en el evangelio. Si no me hallareis así, será gran misericordia para conmigo que me lo recordéis y me lo perdonéis.

    Llego a vosotros como aprendiz de todo lo que concierne a la misión a la que he sido llamado en una Iglesia particular, pues los muchos años vividos en la Orden de Hermanos Menores, los diversos ministerios que en ella he desempeñado, lo mismo que el servicio prestado a la Iglesia como Secretario de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, aunque me han permitido acercarme de muchas maneras a los pastores de las Iglesias particulares, no me han dado los conocimientos necesarios para serlo. Por todo me presento a vosotros como aprendiz y discípulo.

    Y puesto que deseo ser para vosotros un buen pastor, quiero realizar con vosotros el proyecto que el Papa Francisco nos presenta en Fratelli tutti: caminar juntos, trabajar juntos, elaborar juntos los proyectos de pastoral, soñar juntos. Sí, juntos, pues solo juntos, unos de la mano de los otros, el camino se nos hará más llevadero, los proyectos pastorales serán fecundos, y nuestros sueños se convertirán en realidades. Ni los pastores sin las ovejas, ni las ovejas sin los pastores, Esta es nuestra vocación y misión; caminar juntos, para construir juntos el Reino de Dios.

    A vosotros y a mí, como Iglesia que peregrina en estas tierras de Mérida-Badajoz, el Señor nos pide colaborar en la construcción de una Iglesia en salida hacia las fronteras existenciales y necesitadas del Evangelio; una Iglesia misionera y propositiva, abierta a una pastoral nueva en su ardor, nueva en sus métodos, nuevo en sus expresiones (san Juan Pablo II), que sepa escuchar las preguntas existenciales del hombre y de la mujer de hoy, y desde ahí que sea capaz de proponer a Jesús, sin miedo ni arrogancia, como “camino, verdad y vida” (Jn 14, 6); una Iglesia misionera y propositiva, comprometida en el primer anuncio que interpele a jóvenes y no tan jóvenes y en una pastoral creativa, capaz de sacar lo nuevo de lo viejo (cf. Mt 13, 52), que sepa transmitir la llama de la fe y mantener vivas las brasas que enciendan otros fuegos; una iglesia misionera y propositiva que no se refugie en el siempre se hizo así; una Iglesia sinodal, en la que todos nos sintamos en la misma barca y en la que todos los que formamos esta iglesia particular nos escuchemos con confianza y nos acojamos como miembros de una misma familia unida en Cristo. A vosotros y a mí el Señor nos pide ser Iglesia samaritana, hospitalaria, de puertas abiertas, que cure las heridas de tantos que yacen medio muertos o lo vero del camino con el aceite de la misericordia y el vino de la fortaleza, que la conviertan en profecía viviente; una iglesia que luche por curar a quienes no tienen ganas seguir, paralizados en sus sueños, golpeados por una realidad económica que duele y congela el alma y el cuerpo; una Iglesia que en estos tiempos de crisis acumuladas no permanezca como mera espectadora, sino parte activa en la ayuda a todas las personas que sufren la pobreza y la exclusión; una iglesia que abrace a Cristo leproso en todos los leprosos de nuestra sociedad, en todos aquellos que tienen hambre de pan y hambre de evangelio, sabiendo que al final de la vida seremos examinados del amor (san Juan de la Cruz) y que lo que hayamos hecho o dejemos de hacer a uno de los más pequeños, es a Cristo mismo a quien lo hacemos o dejamos de hacer (cf. Mt 25, 32-41); una iglesia en la que sepamos multiplicar y repartir los panes de la misericordia y de la reconciliación; una iglesia en la que pongamos paz donde hay discordia, alegría donde hay tristeza, vida donde hay muerte, ternura donde rencor y rigidez (cf. San Francisco de Asís); una iglesia rica de espiritualidad, que nos haga místicos y profetas a la vez, hombres y mujeres del cielo y a la vez de la tierra, comprometidos con el evangelio y con nuestros hermanos y hermanas, los hombres y mujeres de nuestro tiempo, particularmente con los más pobres; una iglesia centrada en Cristo, concentrada en lo esencial y descentrada para servir al hombre; una iglesia que no contraponga nunca la fe y el compromiso social, que ponga en su centro la Eucaristía, culmen de la vida cristiana, y la escucha de la Palabra, luz para nuestros pasos (cf. SaI 105); una iglesia de comunión, al estilo de la Trinidad, tejedora de diálogo, en la que los ancianos y adultos trasmitan el testigo de la fe a los más jóvenes, y en la que los jóvenes puedan profetizar y los ancianos tener visiones (cf. Jl 3, 1).

    Queridos hermanos: Ninguno de los que formamos parte de esta Iglesia particular que peregrina en Mérida-Badajoz podemos quedar mirándonos unos a otros. Hemos de mirar todos en la misma dirección, que no puede ser otra que el proyecto salvífico de Dios para los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Yo el primero. Los desafíos que tenemos delante son muchos. Solos no podemos enfrentarnos a ellos y menos todavía dar una respuesta adecuada.

    Todos juntos, sin que falte ninguno, sí podemos. Estamos llamados a unir nuestras fuerzas, sabiendo que en nuestra debilidad está nuestra fuerza (cf. 2Cor 12, 10).

    María Santísima, tan amada en esta tierra, nos acompañe siempre, y San Juan Bautista, patrono de nuestra querida Archidiócesis, nos alcance del Señor la gracia de caminar juntos.

    Al mismo tiempo que os pido que recéis por mí, os bendigo en el Señor Jesús. Orense, 14 de septiembre, fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, de 2023

        + Fr. José Rodríguez Carballo, ofm

Arzobispo Coadjutor de Mérida-Badajoz

 
 
 

 








 

 

 



 

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